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Conversaciones en torno a cachimbas improvisadas, casetas a media luz y calles en silencio tras el barullo de las horas de montaje, rondas buscando a quienes aprovechan que el nuevo recinto es prácticamente inabarcable por la seguridad contratada por el ayuntamiento —las casetas han contratado su propia seguridad— para hacer su agosto.
Con los equipos apenas montados en las casetas —la mayoría nuevos debido al cambio de estructuras y localización—, los mercados negros se encuentran en ebullición y descuideros de al por mayor aprovechan cualquier despiste para entrar en alguna de las 67 casetas instaladas.
El vandalismo es otra de las motivaciones que están detrás de los asaltos, como el vivido en la noche del 29 cuando los vigilantes se las vieron para mantener la integridad de las propiedades. «No tuvimos apenas un momento de descanso. Entraban por los accesos y saltaban las vallas» nos comenta un vigilante privado de una de las más vetustas casetas.

La Caseta Popular y la del Pueblo, debido a su vinculación ideológica, el creciente clima de radicalización y los efectos de las noches festivas resultan en «delicias» para el vandalismo y la canibalización de elementos como la inmensa bandera republicana colocada por los comunistas. El destrozo por el simple destrozo es la mayor justificación de elementos que aprovechan los momentos de cansancio de los esforzados vigilantes.
Junto a unos pinchos gigantes de tortilla, caseteros y guardas conversan entre bromas sobre anécdotas de otras ferias, rememorando incluso las jiras y deseando que no se levante el polvo otra noche más. Pepe, uno de los caseteros, nos comenta en estas noches chuscas se ve lo mejor de la gente: compañerismo, colaboración, buen rollo; pero también lo peor, como la pelea de tres hombres por una hamburguesa de 1,20€, o la etílica competición a bofetadas y puñetazos de una pareja.
Hacemos la ronda con un vigilante de seguridad que nos confiesa que el aburrimiento es el mayor de los enemigos en este trabajo. «Verás que algunos guardas o caseteros se han traído incluso videoconsolas. Yo doy vueltas, hablo con algunos y vuelvo a dar vueltas».