La prensa «ordinaria» dirá que hoy 27 de noviembre de 2021 ha muerto Almudena Grandes a los 61 años de edad como consecuencia de un cáncer maligno y a continuación una retahíla vacua de sus libros escritos pero poco del significado de su literatura.
Me atrevo a escribir en forma epistolar mi gratitud a su expresión literaria, a su espíritu galdoniano, a su trayectoria social, literaria, intelectual, cultural. La responsabilizo de manera grata, que gracias a su memoria histórica expresada en sus libros, me haya ayudado a comprender mejor esta España nuestra.
Me aventuro a afirmar que en España ha habido escritores brillantes, pero que en el Olimpo se hallan Cervantes, Galdós y Almudena Grandes ya que ellos son los grandes vertebradores literarios de nuestra memoria hispana.
La literatura de Almudena Grandes va ligada a intentar descongelar la vida congelada que nos impusieron los vencedores de la triste guerra española que se inició en abril de 1936. Sus personajes literarios, o sea su voz, estaban destinados a robar los olvidos que encerraron en cofres anacarados para hacerlos vivir no solo en el presente sino proyectarlos al futuro para no tropezar en la misma piedra. Su voz es una voz ligada a la raíces del pueblo que sufrió, que se sintió y que aún se siente humillado por los vencedores. Su voz es un despertar.
Almudena Grandes no tenía reparos en pronunciar clara y expresamente la inmoralidad y obscenidad de las campañas impulsadas y ampliamente blanqueadas y difundidas por la derecha política, económica y social de este país. Una mujer que expresaba retazos de presente, pasado y futuro con el color del desencanto y de los sueños que no siempre se cumplen. Una mujer que expresaba el cómo ese realismo cotidiano con sus falsas palabras ensombrece esa luz de ese incierto viaje hacia un destino al que muchos aspiramos, pero al que, al parecer, estamos vetados… No dudaba en emplear, sin ambages, calificativos como «espeluznantes» o «tenebrosos» a esa actitud hostil de la derecha española con la democracia popular. Y nos interrogaba: si no sabemos lo que hemos hecho ¿Cómo se va a saber que queremos ser? E ironizaba que «en España hubo una guerra entre fascistas y demócratas y todavía no se sabe quiénes son los buenos. Porque el fascismo español tiene la especialidad en convertir las víctimas en verdugos para hacer a los verdugos víctimas». Y que, pesar de ser una optimista por naturaleza, expresó, en su recta final, percibía que habría una dictadura ultra capitalista en un futuro incierto, donde el veneno y opio actual del pueblo es el consumismo y del que tenía en proyecto escribirlo en uno más de sus libros.
Pero se ha apagado esa luz necesaria para no perder de vista el horizonte claro al que mirar.
Antonio Durán, admirador de Almudena Grandes.
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