Decenas de publicaciones y centenares de comentarios plagan estos días las redes sociales de La Rinconada —grupos de Facebook, publicaciones de Instagram y Twitter— sobre la situación de la localidad, en protesta por el retraso de las obras en diversas infraestructuras o la inseguridad ciudadana —la criminalidad ha crecido un 41,38% en el último trimestre— percibida en las calles y viviendas.
Estas publicaciones, iniciadas como denuncia por particulares, se están convirtiendo cada vez más en una ola de considerables dimensiones, una que rompe violentamente contra la orilla de «gran ciudad para vivir» que anuncia el gobierno rinconero. Además, los comentarios de seguidores socialistas intentando disfrazar la realidad no hace sino enfurecer a quienes cuestionan el quehacer del consistorio.
Para terminar de enardecer el ambiente, las manifestaciones públicas de los concejales de gobierno —idénticas entre sí— y el uso de publicidad en redes sociales para publicar actos institucionales están motivando un descreimiento mayúsculo por parte de la población.
A las publicaciones acerca de la inseguridad, con destrozos de vehículos y sustracciones —incluso a llevarse los regalos de reyes—, se le suman las de robos en viviendas y locales, hechos ante los que el clamor por el aumento de efectivos de una magra Policía Local es unánime. Mientras se cumple con lo anunciado —incorporar algunos agentes al cuerpo—, la solución del ayuntamiento ha sido hacer patrullar a coches de seguridad privada en algunas zonas e instalar cámaras de seguridad con argumentos que, entre la gente, sonaron a excusa. «Dicen que son para controlar la calidad del aire, ¡del aire!» comenta un comerciante de la zona que prefiere mantenerse en el anonimato.
Seguridad Ciudadana es, precisamente, una de las delegaciones más criticadas en su gestión. «Aquí no teníamos noticias, es usted el primero que se queja» es una respuesta común de la delegación a aquellos vecinos que exigen más presencia policial en sus barriadas, como hace poco sucedió en El Santísimo por los altercados. La sensación de inseguridad se acrecienta tras la instalación de las nuevas luminarias, pues zonas enteras quedan a oscuras por la noche, como la avenida Jardín de las Delicias —cerca de la zona de discotecas, donde recientemente se le vació el ojo a un muchacho con un vaso de cristal— o las calles cercanas a la zona comercial de San José, donde se producen oleadas de robos cada cierto tiempo y los comerciantes aseguran «sentirse desamparados»
El enfoque político de la situación
Esta creciente ola de descontento que tiene por objeto la gestión pública, no les podría venir peor a los socialistas que, en apenas un año, han tenido que rebajar las expectativas electorales. No hay más que recordar el anuncio en portada —en un medio público— de que el alcalde, Javier Fernández de los Ríos, volvería a concurrir a las elecciones «con La Rinconada en mente», que no significaba otra cosa que el fracaso en sus gestiones para ocupar el puesto del actual presidente de la Diputación de Sevilla, que se jubila. Gestiones que habían incluido ser primero el portavoz provincial de la candidatura de Espadas y, posteriormente, resultar proclamado secretario general del PSOE sevillano, además de aupar, no sin dificultades, a Raquel Vega —teniente de alcalde de La Rinconada y cerebro de los presupuestos— a la secretaría de comunicación regional.
Todas estas gestiones se producían con anterioridad a las elecciones autonómicas, donde los de Espadas consiguieron mantener el tipo aún perdiendo tres escaños, pero a costa de que entre sus filas se instalase una idea: el secretario general andaluz falló en su cometido de «salvar la cara» de un PSOE que acumula derrotas electorales —la última, pese a los paños calientes fue el peor resultado de su historia— en lo que, tradicionalmente, ha sido su feudo.
Hoy las cosas son muy distintas a hace sólo unos meses. La fractura en el seno de los socialistas rinconeros —visibilizada públicamente en la Fiesta de la Patata, donde los dos sectores del PSOE se mantuvieron alejados y sin saludarse siquiera— no ha hecho más que agravarse, porque los puestos entonces disponibles se han ido reduciendo considerablemente. Si entonces se aspiraba a recuperar la Junta, hoy se duda incluso de que en las municipales no se pierda también la Diputación. Los de la rosa manejan dejar de gobernar en casi una veintena de ayuntamientos en Sevilla, lo que reduce, además de las posibilidades de poder, los sillones en los que ocupar las distintas corrientes. Todo esto recae en las figuras de Espadas —como responsable máximo andaluz— y Fernández de los Ríos —como responsable provincial—, un mal trago que, en el caso rinconero, además se le está haciendo bola dado que las herramientas de control antaño bien engrasadas —Toma Nota, radio, folletos— llevan un tiempo renqueando, ya saliendo a destiempo, ya siendo utilizados para afectar alguna de las dos sensibilidades.
Tan agotado parece el proyecto socialista que, en un remedo de participación, se abrió un proceso de escucha para la confección de su programa, aunque en la aprobación de los presupuestos para este año —entran en vigor hoy y seguirán vigentes tras las elecciones— las medidas recogidas tenían bien poco que ver con los vecinos de a pie.