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Los atenienses sabían lo que hacían cuando llamaron a su forma de gobernar democracia. Democracia, como cualquiera sabe, significa “el gobierno del pueblo” o “gobierno popular”. Cierto que no era una democracia perfecta por eso de que sólo los ciudadanos varones podían votar. La esclavitud, el padrón (sólo se era ciudadano si se era ateniense o espartano, pero nativo de Atenas) y aquello de la marichulez del sufragio (qué queremos, era el siglo V a.C.) no la hacían una democracia homologable a las modernas, pero sí que nos legaron algunas enseñanzas.
Por ejemplo nos legaron el concepto de oligarquía («gobierno de unos pocos»), esto es, cuando los representantes electos tomaban decisiones en vez del pueblo elector. Con el pasar de los siglos la oligarquía se convirtió en aristocracia, siendo los aristos los excelentes, es decir, los nobles, y éstos a su vez eligieron a uno de ellos como monarca, al rey.
Con la Ilustración, la Declaración Universal de Derechos del Hombre y del Ciudadano (hay encendidos debates sobre si ese Hombre es humanidad o llanamente más marichulez) avanzamos. No sería hasta 1948 cuando ya se hizo universal de verdad —como ideal, eso sí, que no sería hasta 30 años más tarde que sería formalizado como Tratado Internacional— y se asentaron algunas cosas.
Lo de la democracia vs la oligarquía no fue una de ellas. Hicimos de la democracia representativa nuestra forma de gobierno. En esencia, era lógico. Atenas cuando practicó su invento tenía no más de 300.000 habitantes (que no votantes), hoy en día somos millones.
Tampoco se asentó que hay que escuchar al pueblo (demos) para gobernar (cracia), por lo que aún hoy, la democracia se torna oligarquía cuando los representantes electos dejan de escuchar al pueblo. Con las modernas redes de comunicación, es más fácil que nunca que los electos escuchen a sus electores. También, es más fácil que nunca demostrar que los electos tornan la democracia en algo mucho más medieval. Hablamos de los bloqueos, que es la versión digital del despotismo ilustrado, eso del «todo para el pueblo, pero sin el pueblo».
En esas estamos cuando los ayuntamientos, a través de los perfiles oficiales en sus redes sociales, BLOQUEAN a los ciudadanos. Podemos retroceder dos pasos en el concepto y pensar que esas redes son gestionadas por personas, normalmente parte del Gabinete de Comunicación, designadas —también normalmente— de forma libre. Es decir, que no son funcionarios, aunque cobran del dinero público. Detengámonos un momento en este otro concepto: el dinero público.

El dinero público es ese otro elector, ese otro pueblo, ese otro poder emanado. Los caudales públicos posibilitan la construcción de edificios públicos, propiedad del común de los contribuyentes. De nuevo, públicos. Las redes sociales son los edificios digitales de las administraciones públicas. Como tal las reconoce la Ley, que hace hincapié en el derecho de las personas a relacionarse electrónicamente con la Administración.
Citando el artículo 12.1 de la Ley 39/2015, de 1 de octubre, del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas:
Las Administraciones Públicas deberán garantizar que los interesados pueden relacionarse con la Administración a través de medios electrónicos, para lo que pondrán a su disposición los canales de acceso que sean necesarios así como los sistemas y aplicaciones que en cada caso se determinen.
Art. 12.1 de la Ley 39/2015, de 1 de octubre
Es más, la misma Ley reconoce, en su artículo 13 el derecho de comunicarse electrónicamente con las Administraciones, especialmente en sus puntos
- a) A comunicarse con las Administraciones públicas a través de un punto de acceso general electrónico de la Administración (y las redes sociales están contempladas por esta ley y otras);
- d) Al acceso a la información pública, archivos y registros, de acuerdo con lo previsto en la Ley 19/2013, de 9 de diciembre, de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno y el resto del ordenamiento jurídico.
Así que, ya saben, bloquear en redes no solo es ilegal, también está muy feo hacerlo y llamarse demócrata.