Pasada la resaca electoral, una vez conocido el veredicto democrático del pueblo español, hemos de entrar en ese proceso mental de duda y certeza. Mi primera reflexión es que, sin la más mínima duda, ha vuelto a ganar la democracia, ya que ésta no se puede entender sin dialogar y negociar / negociar y dialogar entre iguales. Sin duda también, ha perdido Ana Rosa, Vallés, Griso, Ferreras, Pablo Motos, Alvise, Ana Pastor y tantos Inda. Así lo que parecía una catástrofe anunciada para las izquierdas por estos voceros televisivos se les ha convertido en una amarga derrota para sus queridas extremas derechas. Los patriotas españoles han preferido apostar por el futuro. El pueblo plurinacional español les impide gobernar.
El resultado proporcionado en la noche del 23 J nos transporta y nos invita a «To be, or not to be, that is the question», ya que como hispanos que somos y, por tanto, herederos de esa rica y tradicional cultura grecorromana de la que Parménides de Elea nos enseñó: «Lo que es, el Ser, puede pensarse; lo que no es, el No-ser, no puede pensarse». En estas elecciones del 23 J se han desprendido muchos hilos de esa corriente filosófica; por un lado, los datos (el Ser) o sea: las acciones del gobierno de coalición frente a los relatos (el No-ser) o sea: las obstrucciones y negaciones a todo lo que olía a derechos y libertades por parte de esa antipatriota oposición. Con el único objetivo de dejar caer el sanchismo, sin saber con claridad qué es el sanchismo.
De entrada decir que mis reflexiones están tamizadas por mi óptica progresista, por eso no quiero expresar consejos porque no tengo respuestas exactas ni objetivas. Mis expresiones serán de uso corriente. Igualmente, a mí me dice el espejo que también estoy herido. Me duele ese flagelarnos entre nosotros y nosotras, me duelen esas disputas cainitas que no nos conducen al puerto deseado. Y que en lugar de ir todos juntos con la marcha directa, conducimos a veces con frenos de manos echados. Por eso me pregunto: ¿Y si nos dejamos de flagelar y nos hacemos un colectivo? En realidad hemos tenido un éxito incuestionable.
Incuestionable porque hemos resistido a esa oposición repugnante, negacionista y asquerosa (¿por qué no decirlo?). Nunca conocida hasta ahora, (desde que se restableció la democracia tras la muerte del dictador). En este análisis, no se puede olvidar la campaña de ese inmenso y brutal arsenal periodístico y demoscópico del poder mediático que disparaba por tierra, mar y aire una cantidad ingente de falsas pruebas, o sea, de mentiras tras mentiras sin corregírselas, salvo en muy pocas ocasiones; tales como hizo la periodista de TVE Silvia Intxaurrondo («no es correcto señor Feijóo») o la inconmensurable labor de Zapatero durante esta campaña desmontando insinuaciones ante estos sicarios de la desinformación o los distintos programas de Canal Red que, con datos y argumentaciones razonadas han trabajado para que esa producción de inseguridades, lodazales, temores, etc. no desembocase en las mentes de los televidentes con la tenacidad con que la disparaban y pocos y contados medios de comunicación más que hacían su labor informativa frente a ese gran ogro de Atresmedia y Mediaset. Una vez más, Ulises (la inteligencia) triunfa sobre Polifemo (la barbarie). Los medios que se dedican a su función sí que tienen claro que la democracia no existe cuando el elector deja de ser un protagonista activo en lo que se diseña o proyecta en su país. Sin embargo, estos sicarios informativos lo hacían, lo hacen y lo harán por y para facilitar el acceso al poder político a través del blanqueamiento, ya sea del señor Feijóo, del que nos decían que era moderado, dialogante y buen gestor (cuando es todo lo contrario) o con no identificar al señor Abascal con esas políticas de corte neofascista que lo niega todo, salvo que quiere aquella España de color gris. Ya sean ellos, ya sean otros. Los privilegios a señalar son los intocables para esta ralea social.
Incuestionable porque, tras hablar las urnas, hemos cumplido el objetivo de ser dique de contención a un gobierno de PP y Vox (un gobierno con neofascistas dentro).
Puede que para Sumar no hayan sido unos resultados excelentes, pero no por ello haya que flagelarse, porque si no han sido muy buenos. Sí han sido buenos, sobre todo que se lo pregunten a todas las mujeres y minorías sociales que, en caso de haber conseguido Abascal esa ansiada vicepresidencia, hubiesen retrocedido mucho en pérdidas de libertades y derechos y que muchos/as habrían de volver a refugiarse a «los armarios». O a los millones de pensionistas que temblaban sus carnes porque podrían ver recortadas sus pensiones. O los jóvenes que podrían dejar de ver un horizonte sin servidumbre y vasallaje laboral. Sumar habrá podido cometer errores, pero ¿quién no? Si hasta el más puro de la pureza del rojerío patrio los cometen: «quién esté libre de culpa que tire la primera piedra». Aun así, se ha estado a un milímetro de superar a Vox y si no lo ha hecho es por ese reducido diferencial y por esa dichosa ley electoral que nos rige, donde más de 700.000 votos de Sumar se han quedado sin escaños. Tampoco cabe la menor duda de que también ha salido derrotada esa opción de los poderes fácticos de volver a instaurar el bipartidismo borbónico. Tres millones de gracias a esos, esas valientes que se han movilizado y han despertado su instinto solidario y necesario para impedir el avance de los ultras.
Ser o no ser, ¿cuál ha sido la cuestión? Desde mi óptica, la cuestión ha sido bien sencilla. El pueblo ha dado los números y ha sabido y ha querido ayudar a que la democracia siga desarrollándose por los caminos rectos del progreso. Ha vislumbrado e impedido el desmantelamiento seguro de lo público si se le hubiese otorgado esa mayoría absoluta que auguraba falsamente el poder demoscópico. El pueblo español ha seguido apostando por consolidar y alcanzar la conquista de más derechos y libertades. ¿Qué se puede construir con este PP y su aliado natural? Es la pregunta vital y determinante que se ha hecho el pueblo español ante el 23 J. Si el PP y su aliado es el partido que se sitúa el primero en el pódium de las corrupciones, condenado judicialmente por esas causas (lo incomprensible es que gente sencilla y honesta no se den cuenta aún de esas circunstancias y les sigan daño su apoyo a través del voto). Si es el partido que se ha opuesto a todo aquello que huela a consolidar derechos, si es el partido que ha bloqueado sistemáticamente el articulado progresista de la Constitución, si es el partido que ha mentido, miente y mentirá sistemáticamente porque se siente inmune al deterioro mediático, y que si sigue vivo es gracias a ese omnímodo poder mediático y empresarial de este país. El pueblo español no es ya de un nacionalismo centralista, sino que ha ido evolucionando a su situación natural que es la plurinacionalidad. Es ya un país más ancho que abre sus fronteras a los ciudadanos que buscan refugio, progreso y paz en nuestros pueblos. A medida que avanzaba la campaña, el pueblo español se ha dado perfecta cuenta que Feijóo y su vicepresidente Abascal no tienen áurea. Están vacíos de contenido. Son unos líderes dibujados y diseñados en unos órganos de consultoría política. Pero con poca chicha para ejercer de esa responsabilidad de gobierno.
Ser o no ser. ¿Cuál será la cuestión? Lo que sí que ha quedado claro que no habrá gobierno de PP Vox. Los números no dan. Esta es la mejor de las noticias. ¿Es posible reeditar un segundo Gobiernos de colación? Pues sí, es posible. Dificultoso, pero posible, que es lo que al final es lo que cuenta. ¿Es España bipartidista? Evidentemente, la respuesta ha sido NO, sino que se ha visto reforzado el bloque plurinacional. Lo de Una Grande y Libre solo existía en las cabezas de los Abascal, Espinosa de los Monteros, Buxadé, un tal Smith y una señora que responde al nombre de Monasterio y sus ciegos seguidores y absurdos colaboradores del PP.
Ser o no ser, en breve lo sabremos cuál será la cuestión a resolver. Y termino con un dato, que quizás lo tenga que desarrollar en un próximo artículo. La historia nos dice que Puigdemont apoyó formar un gobierno con el PSOE para impedir el gobierno de Aznar. Fue la noche electoral que Alfonso Guerra inmortalizó: «la amarga victoria y la dulce derrota» ¿Por qué ahora no podrá ser posible? La fuente es de Ernesto Ekaizer.