La causa habría que buscarla en las consecuencias del 28 mayo: el PP seguía creciendo, pero no por méritos propios, sino más bien por demérito de Ciudadanos, que certificaba en cada elección su defunción política; «nacidos para morir muy jovencitos». El experimento del Ibex35 (el banco Sabadell, ¿verdad?) de crear un Podemos de derechas que duró lo que duró. Se vio en el gobierno de la Comunidad de Madrid, se vio en las Castillas, se vio en el gobierno de la Comunidad de Andalucía y se ha ido viendo en muchos ayuntamientos importantes —y ahora nos quieren vender el producto de que gobierne la lista más votada, por cierto, contrario a lo que dice la Constitución. (Título IV art. 99)— y encima se hacen autoproclamarse los genuinos constitucionalistas, los demás pertenecen a otra galaxia: la separatista, comunista, bolivariana, pro-etarra, etc. pero lo peor de todo no es que lo digan estas derechas extremas que están acostumbradas a mentir, lo peor es que estas ideas se expandan como un río salvaje sin control alguno por el poder mediático como si ellos no tuvieran la obligación de cumplir con sus códigos deontológicos, informando como debe ser, o sea: respetando la verdad, ejerciendo honestidad, desarrollando pedagogía y sobre todo no aceptando retribuciones por falsear la verdad u orientar opiniones (ejemplos: lo que hacen a diario Ana Rosa y Antonio Ferreras, Vallés o Sussana Griso). Y así llega al pueblo llano que se deja llevar porque lo ha dicho la tele o el periódico.
Los pactos PP VOX salieron a la luz pública en ese tránsito, que era lo que quería o habían intuido Pedro Sánchez y sus asesores, que se hicieran realidad antes de que se empezara la campaña electoral de la fecha indicada en Julio. Pronto se conoció que un torero sería nombrado consejero de cultura, no por ser torero, sino para ser más exacto, por tener un currículo de perfil bajo en materia cultural, (o sea por ser algo inculto). Pronto corría por los pasillos institucionales que lo de la violencia machista era un invento y que iban a sacar a mansalva los decretos de derogación o como mucho de no aplicación, como hizo M Rajoy con los dineros destinados presupuestariamente a memoria histórica, aplicar cero euros. Pronto se extendería la idea de que eso de tener Memoria Histórica no es rentable y que también la derogarían, al igual que las políticas de igualdad. Pronto se dijo que se ocuparían de la desocupación, para ello se le dio licencia con falsedad incluida a los ogros filo nazis de Desokupa (empresa lucrativa) con aquella marcha de gallitos de corral , con tatuajes de cruces gamadas, aspecto de matones de barrio, cabezas rapadas y proliferación de insultos a Ada Colau. Pronto se visualizó que los acuerdos de gobiernos autonómicos en País Valenciá, Illes Baleares, Extremadura (con teatrillo incluido para despistar un poco)- aún quedan algunas otras comunidades que harán más de lo mismo‑, al igual que un buen puñado de ayuntamientos que hizo que el mundo de la cultura y de la intelectualidad se pusiera en pié reivindicativo y comenzara a difundir comunicados a la opinión pública contra los atentados que habían perpetrados en su primeras acciones gubernamentales tales como censurar obras de teatro, censurar determinados autores, censurar textos, películas o prohibición del uso de sus propias lenguas, que según estos puros de la pureza patria amenazaban la moralidad de la españonalidad españolísima, aquella que se repetía en cada NO-DO y que querían rescatar. (Los más jóvenes no lo saben, pero deberían conocer) Y un largo etcétera que me callo porque se alargaría más que una anaconda en el Amazonas.
El efecto: Afortunadamente se produjo la reacción no reaccionaria, sino su contraria y el efecto fue que dio tiempo entre 28M y el 23J a que la gente progresista se movilizara Entonces, los valores éticos salieron de su escondite, no con todas las certezas pero sí con ánimos de aguarle la fiesta al imperio mediático y a sus agentes políticos encabezados por Abascal (pérdida de 19 escaños) y por Feijóo, el olvidadizo del narcotraficante que lo degradó a contrabandista o, ( tanto monta, monta tanto), ese aspirante a presidente que de un plumazo se le borró su soñada mayoría absoluta (que por cierto, no dio la cara en el debate, sin todavía conocer una explicación razonable ) Se dice que la cara es el espejo del alma. Se vio perfectamente reflejado ese dicho en la noche electoral desde el balcón de Génova 13, y más aún cuando los cánticos de sus militantes no eran los de su nombre sino los de Ayuso.
Afortunadamente, hay ya otra España que no se humilla sino que sabe resistir, que es divertida, firme, peleona, imperfecta, sí, pero buena. Capaz de contagiar ilusión para no dar pasos a atrás y que en el último metro saca esa energía necesaria para cumplir su objetivo que es que jamás participaría en las políticas que infunden odios a través de patrañas y mentiras, que es mucho lo que tiene sufrido en sus espaldas históricas. Una España generosa que sueña que en sus sueños caben todas y todos, hasta los que confunden fetiche con política.
Una España que entendió en su justo momento que «el miedo que genera la radical y ultraderecha española actual no es tanto perder unas elecciones en democracia, sino perder la democracia en unas elecciones» (Jorge Tamames).
Una España.
- 1) Que busca el antídoto a ese veneno de patriotismo rancio con olor a bolitas de alcanfor.
- 2) Que actúa como desbrozadora que se abra paso entre tanta maleza para que se vuelva a vislumbrar la defensa de los Derechos Humanos, la diversidad de la que hace gala, la libertad e igualdad que tanta dificultad ha costado conseguir y la constitucionalidad (es decir a favor de que se cumpla, al menos lo que ya está escrito en la Constitución)
Esa España que sabe que la dificultad sigue estando ahí, latente, esperando su oportunidad para atacar con alevosía y nocturnidad. Ojalá se dé siempre en la tecla de convertir esa preocupación en movilización en cada momento electoral, como ha ocurrido en esta ocasión.
Invirtamos la situación, hagamos primero el efecto, para evitar la causa. Y comeremos perdices y seremos felices.