Hace unos días, saltaba la noticia de unas religiosas que abandonaban la Iglesia Católica, la conciliar según los nuevos paladines, para acercarse a una orden religiosa de dudosa legalidad, con un señor que se pasea, con su perro o comprando el pan, vestido como un obispo de los de antaño, con birreta incluida. Sí, ese gorro raro de seda, rosa o rojo, sobre la que descansa una borla cocida justo arriba del cocorote. Con la llegada del Concilio Vaticano II esa prenda quedó relegada a museos, y a determinados actos litúrgicos especiales, donde el alto clero se los pone. Antes de esa prenda se ponían el capelo. Ese sombrero de ala ancha también se le ha visto al obispo, ese que digo en alguna que otra foto «robada».
Para los que se pregunten el porqué hago mención del Concilio Vaticano II, os doy la respuesta. Un sector de cristianos creen que todo lo acontecido después del Concilio Vaticano II no es legal, siendo el último pontífice católico Pío XII. Las mejoras realizadas tras el Concilio sobre un acercamiento de la Iglesia al pueblo, las misas en el idioma de la nación que se estén oficiando, dejando el latín relegado en segundo plano… Así pues, todos los Papas posteriores de Roma, hasta Francisco I no son legítimos para estos.
Pues bien, ese extraño obispo, de nombre Pablo de Rojas Sánchez – Franco, sí, parece que el apellido del caudillo molaba al «prelado», funda, ya siendo obispo consagrado por un obispo católico de origen vietnamita, una orden alejada del catolicismo conciliar.
Comentar que el obispo asiático, cuando estaba celebrando en Roma, porque este sí fue consagrado legalmente, el Concilio, se libró de ser asesinado por un golpe de Estado dado en su país. Su familia no corrió con la misma suerte.
Pierre Martin Ngô Đình Thục, el nombre del obispo, ordenó primero, sacerdotes y luego obispos a dos contables que se hicieron portavoces de unas supuestas apariciones marianas ocurridas en el municipio del El Palmar de Troya. Clemente y Manuel, Manolo para sus allegados, lograron, con el montante dado por medio de donativos, erigir un pequeño Vaticano en el sur hispano.
La Iglesia Romana rápidamente llamó al orden al vietnamita, que pidió perdón al Papa. Este mandó excomulgar a los dos obispos palmarianos que habían ascendido sin estudios y sin la autorización Papal. El pontífice romano perdonó las idas de pinza del obispo, aunque este, años más tarde, volvería a las andadas, nombrando nuevamente sacerdotes y obispos como quien se cambia de calcetines.
Cuando estuve documentándome para escribir «Huesos Secos», novela que pronto verá la luz, me sorprendía que los sedevacantistas, así se hacen llamar al entender ellos que la sede de Pedro está vacía, sigan existiendo en pleno siglo XXI. No contentos con ello, se autoproclamó Papa, el tal Clemente, e hizo toda una pseudo rama del cristianismo con los carmelitas de la Santa Faz y su orden cristiana y palmaria, dejando clara su desvinculación con la Iglesia romana.
El obispo, catalogado por algunos medios como fake, afirma no tener vinculación con los palmarianos, aunque fuera ordenado por un “obispo” que antes habría sido ordenado por el anteriormente descrito de origen vietnamita. Un lío que ni Juego de Tronos. En este caso en vez de caminantes blancos tenemos a falsos obispos deambulando por las proximidades del Muro, de los monasterios y conventos se entiende.
Con su Pía Unión de San Pablo apóstol, y proclamado como representante legítimo de San Pedro, además de no sé cuántas veces Grande de España, duque y demás títulos nobiliarios, fue en «ayuda» de esas clarisas de Belorado, famosas por sus trufas.
No están claras aún las intenciones de esas religiosas, si es por un movimiento de compra de un inmueble, de un criadero ilegal de perros de raza o vete tú a saber.
Lo cierto es que, desafiando el poder romano, se han ido a los brazos del fake, con su mano derecha, el «sacerdote» llamado Don José, aunque hace cinco años se llamaba Francisco y servía cócteles en bares y pub.
El mismo Don José Ceacero, ejerciendo como portavoz de las monjas dijo en declaraciones a los medios que con la Iglesia hemos topado, sin caer en el error de que ellos, para su mentalidad, también son esa iglesia, aunque pre-conciliar.
Las religiosas, que se han encerrado en el convento como si fuera eso Gran Hermano, a la espera que el «Súper» se pronuncie. Su súper no es el obispo de Burgos, al que han manifestado no guardar ya la obediencia apostolar, sino a De Rojas.
Los sedevacantistas, entre los que destacan la congregación de María Reina Inmaculada, La Iglesia Palmariana, Sociedad de San Pío V, la Iglesia Católica Verdadera, o en menor medida la que lidera el falso obispo, tienen algo en común, viven anclados en un pasado donde quizás la Iglesia tenía más poder aún si cabe, con un caudillo, en nuestro país, donde le brindaba toda clase de favores. No hay que olvidar que los llamados ministros tecnócratas, en su mayoría del Opus Dei, lejos de las palabras que condenó a Jesucristo, «Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».
Pero lanzo una cuestión. ¿Está la Iglesia anticuada? No digo que de la noche a la mañana acepten como sacramento el matrimonio entre contrayentes del mismo sexo, o el acceso de la mujer al sacerdocio, sino a imágenes como las vistas estos días del salto de la reja del Rocío, el lunes de Pentecostés, donde con codazos se abren paso, y alguna cabeza también, para transportar la Blanca Paloma siendo, entre la multitud, depositados de mano a mano, niños llorando de miedo, con sus progenitores llorando, de emoción esta vez, al ver cómo su retoño que está con miles de desconocidos, es posado con mucho peligro en el canasto de la virgen que se tambalea como uno que regresa a casa después de una jornada de feria.
Hasta 1975 ese salto de la reja estaba prohibido, cuando unos almonteños, desafiando el vallado metálico se acercaron a la virgen. Al año siguiente fue imitado, y así hasta convertirse en la tradición que tenemos hoy en día. Aquí la modernidad frente a la tradición.
Soy de los que piensan que si no profesas con unas normas, de nada vale tantos floripondios. Me explico, el catecismo de la Iglesia Católica marca las normas, o directrices, para laicos y religiosos, tales como el no usar preservativos, estando abiertos a la vida, aunque hay que matizarlo con la Humanae Vitae de Pablo VI, o el uso sacramental entre más cosas.
Cada semana hay un sinfín de bautizos, matrimonios, Primeras Comuniones, Confirmaciones, y hasta funerales oficiados por sacerdotes… pero luego si les preguntan a esos padres, contrayentes, niños o familiares de los difuntos, o miembros de alguna hermandad, te dicen, en su mayoría, que no comparten la idea de la Iglesia, que les parece muy retrógrada. ¿Entonces, para qué vas a asistir a esos sacramentos? ¿No es quizás una tradición que la gente no sabe ni lo que está haciendo, así como su significado?
No sé, quizás la gente no esté tan alejada de esas monjas que se van con el primero que se les acerca.