Forma parte del acervo popular que las canas, o la edad, dan una dosis extra de sabiduría, de prudencia y de buen hacer a las personas. Parece que esa tradicional suposición no se cumple en el caso del Sr. Aznar. Tal vez sea que el referido, nunca ha tenido entre las cosas de su «mochila» ninguna de esas dotes. Porque, como se dice al principio, esas cualidades se acrecientan con la edad, luego si no se tienen, es imposible que crezca una persona en sabiduría y prudencia por haber carecido siempre de ellas.
Hecha la presentación, pasemos a ver algunos aspectos que definen, no solo últimamente, sino desde siempre, las actuaciones, las imprudencias y las tropelías de don José María Aznar López, inspector de Hacienda, o sea funcionario, en excedencia.
Una persona que ha sido Presidente del Gobierno de España debe hacer gala, de forma habitual, de decoro, dignidad y respeto institucional. Ningunos de estos atributos son, ni han sido, habituales en el comportamiento del Sr. Aznar. Bueno, en honor a la verdad, tampoco suelen ser usados con mucha frecuencia por algún que otro Ex Presidente que luce cabellera blanca. Es normal que existan diferentes opiniones, apreciaciones y valoraciones sobre diferentes hechos u opciones de la praxis política, pero ello no es óbice para que, aunque se discrepe, se mantengan posturas respetuosas. Lo último, en espera de una nueva patada mular del Sr. Aznar, ha sido suscitar posturas secesionistas, casi se podrían catalogar como golpistas.
El sentido de Estado, el respeto institucional, el acatamiento a nuestra Carta Magna y muchas otras cuestiones, deberían ser objeto de precaución y rémora para personas que han detentado el máximo rango que otorgan las urnas, o sea la democracia ejercida por los ciudadanos. No es así en el caso del Sr. Aznar, y tampoco en muchas ocasiones al Sr. del pelo blanco que igualmente se menciona en líneas precedentes.
Promover, o alentar el secesionismo, es una falta de respeto muy grave a la Constitución. Debería tomar buena nota la Fiscalía General del Estado para ejercer sus deberes en aras del cumplimiento de la ley.
Pero además, hay una cuestión nada baladí en nuestro sistema de monarquía parlamentaria que hay que valorar, aun cuando muchos españoles mantengan sus principios republicanos: al Presidente del Gobierno lo propone y lo nombra el Jefe del Estado y, por el carácter democrático, al menos formalmente de nuestro sistema de monarquía parlamentaria, se falta el respeto a la máxima institución de nuestra nación manteniendo posturas y promoviendo acciones que, al menos, podrían rozar la ilegalidad.
Cualquiera que lea este argumentario, pudiera pensar que no se puede reclamar respeto a quien metió a su país ilegalmente en una guerra, mintió a los ciudadanos cuando el atentado del 11‑M en Madrid; amparó a corruptos en su gobierno, condenados posteriormente por los tribunales; mantuvo posturas despectivas hacia los representantes de la ciudadanía en las sesiones de control parlamentario; y un largo etcétera.
Y es que, con su presunto apoyo al golpismo y a la sedición, no se puede decir explícito porque podría acarrear consecuencias penales, el Sr. Aznar se salta todas las «líneas rojas» que impone una buena práctica democrática, incluso a los expresidentes de Gobierno. Parece que el Sr. Aznar tiene muy en cuenta, y abusa, de sus privilegios como expresidente.
Tal vez los motivos de estos comportamientos se deban a que sienta añoranza de los tiempos de bandera con aguilucho, cuando su padre dirigió varios periódicos del famoso Movimiento, participó en cadenas radiofónicas y televisivas y obtuvo honores de la dictadura.