Con el rostro cansado de quien brega con la vida y más suspiros de los que caben en cinco minutos, Elisabeth se vio en la encrucijada de sacar su vida a la palestra de las redes sociales para pedir ayuda para su hija. El autismo produce una gran fragilidad social, pero también emocional, al acentuarse la invisibilidad de los déficits vividos por personas con TEA (Trastorno del Espectro Autista).
En el video, Elisabeth desgrana los problemas que su hija, una niña autista con hiperactividad de cuatro años, a la que llamaremos Claudia, vive en el colegio público de la Unión, a donde fue derivada el pasado año dado que no había plaza, en los otros dos centros con recursos de la localidad. Comienza diciendo que acaba de enterarse de que parte de los recursos autorizados han sido paralizados por falta de presupuesto. El resultado: su hija, que carece de control de esfínteres, no tiene la asistencia personal debida, aun cuando el dictamen de escolarización reconoce que «necesita ayuda continua».
Son los profesores y resto del equipo del colegio los que apechugan, o la asistente personal que la Junta repartió entre dos centros, creando una problemática mayor al dividir los días de asistencia, por lo que ahora ninguno de los niños está completamente atendido.
Elisabeth pelea contra un viejo dragón: la integración de niños con necesidades especiales. El escenario, ya de por sí complicado, se acentúa con los recortes que la Junta efectuó con respecto al pasado año. Un recorte que, en este caso, supone que la asistente personal de Claudia —compartida con el colegio Guadalquivir—, que el pasado año acudía 3 horas los lunes y 4 los jueves, brille ahora por su ausencia total. «Mi hija no recibe ninguna atención [especializada]. Este año ni siquiera tiene asistente para cambiarle los pañales.», lamenta Elisabeth, que ha recibido multitud de comentarios de apoyo, incluso la implicación del delegado de Educación del ayuntamiento, que se comunicó personalmente con ella, con el compromiso de hacer presión a través de Planificación Familiar.
Mientras, Elisabeth se reúne con Inspección Educativa, en donde el miércoles le volvieron a dar con las competencias en la cara: «emitiremos un informe», pero sin aporte de las soluciones inmediatas que necesita Claudia. Ni corta ni perezosa, Elisabeth preguntó qué instancia está por encima de ellos; así pues, pendiente para este viernes está la reunión con la Dirección General de Ordenación y Evaluación Educativa, dependiente de la Secretaría General de Educación, rama a su vez de la Consejería de Educación y Deporte, a cuyo titular máximo, Javier Imbroda, está dispuesto a llegar Elisabeth si hace falta.
En el ínterin, Claudia sigue acudiendo a clase, incómoda e insuficientemente atendida, pero inocentemente ajena, feliz como solo puede serlo un niño, a todas las luchas que se producen a su alrededor.
Integración de niños con TEA
Tras la retirada de la segregación que suponía la Educación Especial, y el comienzo de la integración en centros escolares ordinarios, muchas voces especializadas han clamado por el modelo de integración que se está produciendo, saturando unas aulas y unos profesionales ya de por sí saturados. «Además, los niños con trastornos del espectro autista necesitan acompañantes con preparación específica, porque se puede tener muy buena voluntad, pero no se puede ser capaz de cumplir el papel a cabalidad, creándose así dificultades que no existían, o agravando las que ya había» opinan Carlos Orellana, médico especialista en neurodesarrollo, y Daniel Comín, editor de la revista Autismo Diario. Daniel mismo sabe de lo que habla, pues fue el primer estudiante con TEA en poder cursar el Bachillerato tras aprobar la ESO con un 58% de discapacidad y un grado 2 de dependencia.
«Hay un problema real y de difícil solución en la escolarización de los niños con autismo, indistintamente de su necesidad de apoyos, sean estos elevados o leves, pero es importante que las familias se agrupen para poder realizar reclamaciones en grupo ante las administraciones educativas, o bien realizar acciones legales, es cierto que esta es una vía que funciona, pero no en 48 horas, son vías de acción que requieren de tiempo, y los niños no pueden perder ese valioso tiempo» sentencian.