Muy conocida es la afirmación atribuida a Enrique de Borbón «París bien vale una misa», en un contexto muy distinto al actual.
De cualquier forma, puede venir muy al pelo parafrasear al Borbón aspirante a la corona de Francia, pero dándole un sentido que se ajuste a la situación entre la nación argentina y la nación española, a raíz de las palabras fuera de lugar del Presidente argentino, metiendo sus narices en un asunto interno en el que, al menos de momento, está siendo analizado por los tribunales, no entraremos en si de forma más o menos tendenciosa, de manera tal vez poco adecuada o no. Ese asunto de la esposa del Presidente español, tal vez quede en agua de borrajas y, como ha sucedido en otras ocasiones con otras formaciones políticas, perjudicando de forma irreparable a los investigados. Se supone que la Justicia, así con mayúsculas, debe buscar la equidistancia, que resplandezca la verdad y castigar los comportamientos ilegales, otra cosa es que lo consiga.
A pesar de ello, es comprensible que, desde posiciones de Presidente del Gobierno español, no se puedan hacer determinadas afirmaciones que resultan evidentes. A pesar de ello, al menos para los ciudadanos españoles, resulta elemental que el Sr. Milei debe tener el cerebro alterado. No nos atrevemos a realizar un diagnóstico ni a aventurar las causas, pero algo extraño debe haberle ocurrido: O ¿alguien piensa que es normal una persona que habla con su perro muerto? Con un perro no se habla, se le puede tener mucho cariño, llamar su atención para que se sienta integrado, como perro, dentro de un grupo… pero hablar, lo que se dice hablar, o sea, establecer un diálogo, todavía no ha habido nadie con el cerebro normal, que se haya atrevido a decir semejantes barbaridades. Y si ya el perro está muerto… mejor dejarlo así, porque…
El sentimiento que tiene un español cuando escucha a Milei hablar es de auténtica pena por los argentinos que siempre han sido un pueblo honrado, honesto y defensor de la convivencia entre los pueblos. Tal vez, sea el pueblo argentino el que más conexión, por muchos motivos, tiene con los españoles. Pero no perderemos el tiempo en dar explicaciones a Milei porque es imposible que entienda determinadas cosas, bueno, es dudoso que entienda algo que no sea lo que su paranoia, de la que ha contagiado por desgracia a muchos, le dicta.
Lo grave, lo realmente grave, es que la derecha española, nuestra derecha, aunque no nos podamos identificar con ella, justifique y aplauda las burradas de semejante desquiciado mental como es el tristemente Presidente argentino. Y es que el tal Milei está a milenios de ser una persona dialogante, respetuosa y representativa del maravilloso pueblo argentino.
A ver si de una vez por todas, esta derecha española, se entera de que las instituciones de nuestro país están por encima de las luchas partidistas, como la izquierda española ha demostrado en varias ocasiones, y empieza a superar su mal intencionada «miopía» política. El Sr. Feijóo y el Sr. Abascal, dan pena y causan vergüenza y estupor a los ciudadanos españoles.
Ciertamente, el único argumento medianamente serio, repetido machaconamente por el Sr. Feijóo, es que el Ministro español de Transportes metió la pata al calificar como drogadicto al Presidente argentino, aunque tuvo la hombría de pedir disculpas, cosa que no ha hecho Milei. Como se dice en mi pueblo: «cuando un tonto coge un camino, se acaba el camino y sigue el tonto».
Milei ha ofendido gravemente a la mujer del Presidente español, al propio Presidente y al Gobierno Español al descalificar, de la forma machista más trasnochada e impresentable, las opiniones de las ministras. Y no sólo no ha pedido perdón, sino que sigue aumentando su escalada verbal, o mejor dicho su verborrea. Hay quien dice que es para ocultar el desastre, el abismo y la debacle en que está sumergiendo a su país, pero a los españoles eso no nos vale: tiene la obligación de pedir perdón a los españoles. Hace unos días, escuchaba que el Gobierno debería declarar persona non grata a ese mamarracho de Milei, nosotros podemos darle ese calificativo porque para eso somos ciudadanos de a pie y, por tanto, no estamos sujetos a protocolo ni a miramientos diplomáticos. Pues no estaría nada mal que fuera denominado «persona non grata» el Presidente argentino. Y de paso, si es que se atreve a volver a España, que sea su país el que apechugue con los gastos que origine ese mameluco despeinado con aspecto de bufón de la Edad Media.