Año 12.500 de la Era Terrestre. Estrella Sunma, de la Galaxia IC 10 de la Constelación de Casiopea.
El comunicador recogió el mensaje, lo grabó en su switch y salió con toda urgencia hacia el cuartel general de operaciones supergalácticas donde su superior, el Vigilante Azul, le esperaba.
Subió a su nave, y ordenó al sistema la dirección a la que debía dirigirse. Por el camino tuvo tiempo de repasar el texto del mensaje del arqueólogo espacial Senex Androceo, que llevaba unas horas, en medida estelar, examinando, por orden del Vigía Supremo, el planeta Tierra de la Constelación de la Vía Láctea, que orbitaba en torno a la estrella 1.052, conocida por los terrícolas como Sol.
El texto del mensaje era rotundo:
A la altura de un milimicro año luz, pude contemplar un planeta Tierra totalmente desierto; no se observaba desde la distancia ningún signo de vida animal, ni de estructuras que denotasen la existencia de civilización humana, esa que, según la documentación que se me envió por los archiveros y documentalistas del Vigía Supremo, existía en el planeta. No había nada que delatara los edificios donde, como constaba en la documentación recibida, vivían los terrícolas, ni de las granjas de animales que supuestamente tenían los habitantes de la Tierra. Tampoco se podían observar masas de los árboles mencionados por los informadores. Pude, eso sí, observar los restos de una gran muralla, tan sólo restos, en el hemisferio norte del planeta, en el continente conocido como Eurasia, según denominación de los terrícolas.
Una especie de nube rosada que rodeaba el planeta, fue delatada por los sistemas de mi nave que me indicaron la posibilidad de contener una gran cantidad de metano y de dióxido de carbono. Por ello, cuando me posé en la superficie terráquea, tomé las precauciones establecidas en el código 2.107 para evitar radiaciones malignas y gases venenosos para nuestro organismo. Descendí de la nave y, con mi medidor activado, pude comprobar que se podía respirar sin necesidad de filtros ni medidas protectoras, ya que, si bien el aire contenía bastantes elementos extraños, la contaminación no era excesivamente perjudicial para la salud. Había restos, ya casi inactivos, de gases, de metales pesados y de partículas en suspensión eliminadas por nuestros científicos en Sunma hacía ya muchos años luz. Por ello, y en beneficio de la comodidad para realizar las tareas encomendadas, me desprendí de mi traje protector permaneciendo con el casco, con los correspondientes filtros, para evitar las radiaciones de la estrella Sol.
Puse en marcha toda la legión de autómatas programados para perforar la superficie, excavar en caso de ser necesario y recoger muestras de todo lo que pudiera aportar algún dato relevante. Los mecanismos automáticos portadores de rayos láser indicaban que había estructuras subterráneas que, en tiempos, estuvieron en la superficie del planeta. Hoy, edificios enteros, permanecían sumergidos, cubiertos por la arena arrastrada hasta allí por las constantes corrientes de aire que, a veces, alcanzaban velocidades no soportables por ningún ente vivo conocido. Así pues, fueron descubiertos conjuntos de edificios enterrados que, en su día, compondrían aglomeraciones a las que los humanos llamaban ciudades. Las estructuras de comunicación permanecían igualmente enterradas bajo una gruesa capa de arena oscura.
Procedí a la toma de datos para realizar un mapa en 3D de aquellas estructuras y sorprendentemente, el conjunto de edificios y de estructuras de comunicación se conectaba con otros conjuntos igualmente diseñados. Hubo ríos, canales y lagos en los espacios que separaban estas ciudades. También se reflejaban en los mapas grandes masas de árboles y lugares donde debió haber actividad industrial, al menos eso reflejaban los datos que arrojaban la proyección de los mapas. No dejó de sorprenderme que, a una distancia mediana de las ciudades, se hallaran conjuntos de viviendas donde hubo presencia de terrícolas dedicados al cuidado y crianza de animales que, por lo que se podía deducir de los resultados, sirvió para la alimentación de la especie humana. También aparecían en los mapas en 3D, grandes superficies de agua salada, con vida de muchos animales, que unían continentes de tierra y de agua dulce utilizada para la vida de las especies animales y vegetales. Estas grandes superficies de agua fueron desapareciendo lentamente, con lo que la agonía de las especies animales de la Tierra debió ser lenta y muy dolorosa.
Tras hacer un seguimiento y buscar una conexión entre los diferentes núcleos que formaron las ciudades terráqueas, uno de los autómatas localizó un edificio, sorprendentemente no cubierto del todo por la arena, donde había un ordenador muy antiguo, de más de 10.000 años terrestres. Ordené al autómata que penetrara en el edificio y obtuviera toda la información posible de ese antiguo procesador situado en los sótanos del edificio. Los resultados, aunque entregaré personalmente un dossier más detallado a mi llegada a Sunma, me dejaron totalmente confundido. El edificio en cuestión había sido la sede de una organización donde estaban representados todos los pueblos del planeta Tierra y se dedicaba a debatir cuestiones relacionadas con la convivencia, el futuro del planeta, la solución a los problemas entre los distintos pueblos humanos y la protección de la especie y de los sistemas que conformaban la Tierra.
En sitios más alejados, otros autómatas encontraron grandes montañas de objetos de un material ligero formado por polímeros, grandes moléculas orgánicas compuestas por unidades o cadenas repetidas de carbono, monómeros como el etileno, propileno, cloruro de vinilo y el estireno. Según mis sistemas, usando las informaciones obtenidas del viejo ordenador de los terrícolas, a estos productos los llamaban plásticos. Los objetos eran de todas las formas imaginables: tejidos, utensilios, estructuras para contener líquidos y sólidos; había plásticos rígidos y otros flexibles, de todos los tamaños y colores, algunos imitando animales, otros incluso que debieron servir para construir edificios donde vivían los humanos… era tal la variedad que casi era imposible hacer un censo adecuado y fiable del conjunto.
Volviendo al edificio que servía de sede a todos los pueblos que habitaban el planeta Tierra, uno de los autómatas especialmente diseñado para traducir lenguas antiguas, me pasó la documentación que se adjuntará el informe general que será entregado por mí a mi regreso, donde se podía comprobar que en varias de esas reuniones, y sobre todo en los últimos tiempos, se insistía en revertir todo el proceso de vida humana y de producción para conseguir que el clima del planeta volviera a ser el de antaño: beneficioso para la especie humana, para los animales y las plantas de la Tierra. Se denunciaba por algunos de los representantes de diversos pueblos terrícolas que el plástico había contaminado todo y estaba asfixiando la vida, que sólo se buscaba agrandar las enormes fortunas de unas estructuras llamadas bancos, dueños de macro empresas y de grandes corporaciones económicas. De estas agrupaciones denominadas bancos, no se han podido encontrar más que referencias, no existen, por tanto, datos fiables que demuestren su existencia. Se exigían soluciones, acabar con el plástico y con todo lo que envenenaba la atmósfera, sanear el aire y el agua y que se enfocara la producción de riqueza para beneficiar a todos los pueblos. Todas estas razones eran desechadas por un grupo pequeño de países que eran los que controlaban las riquezas y las estructuras del planeta.
Como se refleja en el informe final, no se entiende cómo la especie humana no hizo nada para revertir el cambio climático y evitar las consecuencias mortales del planeta Tierra. Al parecer la civilización humana estaba compuesta por locos suicidas a los que lo único que les interesaba era la acumulación de riqueza.