Esa, la del título, es la frase de moda entre amistades en soltería que, medio en broma, ha sustituido al «búscate a alguien con tierras» en el imaginario popular. Lo de las placas —solares— tiene su aquel, tanto por ser una inversión millonaria en el Green Deal —Pacto Verde Europeo, a la manera del New Deal estadounidense de los años 30—, como por el efecto que, realmente, tienen esas placas sobre las tierras en las que se instalan.
Porque, habrán adivinado, no hablamos de las placas que cualquiera pone en su tejado y alivian la factura, contribuyen a la mitigación del cambio climático, y ponen freno al uso de energías fósiles. No. Hablamos de algo que en este país se nos da de miedo, no tener medida. Y es que cuando las placas se extienden por hectáreas y más hectáreas de suelo fértil, hablamos de otra cosa. Esa cosa rima con especulación, por cierto.
En Guillena están ahora mismo así, con el 20% de su suelo agrícola. Nada más y nada menos que chorrones de hectáreas cubiertas con estos artilugios. La gente, evidentemente, se queja. Guillena, junto con otros municipios, posee las tierras más fértiles de la zona.
La respuesta del ayuntamiento es la de «marrón por delegación», que es el equivalente a «pide explicaciones a otro, que eso no va conmigo» y señala a la actual Ministra de Transición Ecológica por ser la responsable de los permisos para la instalación de los parques fotovoltaicos.
Pero, hete tú aquí, que estamos en elecciones europeas y resulta que la candidata del partido de gobierno del ayuntamiento no es otra que aquella a la que culpan de dichos males, la mencionada ministra, Teresa Ribera. La jugada acrobática de los socialistas guilleneros para justificar el voto no deja de ser la misma que en otras ocasiones, la del miedo a la ultraderecha.
Si bien no deja de ser cierto que estas elecciones son fundamentales —les invito a que vean los anuncios animando al voto que la propia Unión Europea ha emitido—, no es menos cierto que la correlación de fuerzas y lo alejado del Parlamento Europeo van a hacer extraños compañeros de cama. La política siempre los hace, pero lo suyo es no poner todos los huevos en la misma cesta, por eso de que vienen curvas.
Estas elecciones son de eso, de buscarse a alguien que tenga placas —que no las tenga en Guillena, que tengo amigos allí y se me mosquean con razón— porque la cosa pinta de comer lentejas. Ya saben, si las quieres las comes y si no, que decía mi abuela, también. Los giros ideológicos con triple mortal atrás, las trampas verbales y los datos falsos están a la orden del día, por lo que estaría bien pedir a nuestros políticos y políticas, por una vez, un ejercicio de contrición electoralista y que empiecen a darse cuenta de que, a su alrededor, hay gente afectada por sus decisiones.
Es cierto, y alguna persona lo estará pensando ahora, que algunas decisiones vienen de muy arriba —Madrid, en el caso de Guillena— y que en lo local, pues, únicamente se pueden preguntar aquello de «¿a ver cómo leches explico yo ésto?». Sin embargo, no es menos cierto que lo que se decide en Madrid sobre Guillena tiene mucha anuencia del equipo de gobierno local. Por eso de que esas decisiones también pasan por Pleno Municipal, y es el ayuntamiento de turno el que rubrica que tal cosa se puede poner ahí. O no.
Por eso, lo de los socialistas guilleneros pidiendo el voto para quien culpan de ser responsable del desaguisado, no deja de tener su gracia. La misma gracia que le hace a alguien recibir de sus amigos ese «búscate a alguien con placas», cuya traducción podría ser «vives en soledad con cuatro gatos y no tienes donde morirte». Eh, pero con amor.