Cierto día leí unos versos que decían: «estaba ciego y no veía/ ya se me cayó la venda/ que tan ciego me tenía». Caérsele la venda para descubrir «otra verdad». Este es el motivo que me impulsa a escribir este artículo.
A nadie se le pasa por alto que para ser médico o médica, hay que estudiar medicina. O que para participar en un maratón, hay que correr. Pues para seguir haciendo democracia, hay que VOTAR. (Aunque la democracia es mucho más que votar un domingo electoral)
Puedo comprender que la desinformación mediática o la excesiva propaganda del politiqueo o el falso argumentario de determinados políticos consigan su objetivo, que no es otro que fecunde hartazgo, desesperanza y disconformidad en ciertos sectores de la población y que desemboque en el consabido «todos son iguales» y, por consiguiente, en la abstención.
Si a la población rinconera se le lanzara la pregunta «¿Quién ganó en las últimas elecciones municipales?», no me extrañaría que se respondiese: ¡el PSOE! Pues va a ser que no. Dato mata relato. Quien en verdad «ganó» las pasadas elecciones municipales fue el poder abstencionista, es decir, fueron 12.402 votos/no votos los que señala el marcador electoral, o sea superó en más de doscientos votos a la fuerza política más votada. Y es ahí donde radica el éxito del politiqueo, que no es otro que alejar a la ciudadanía de la política real, entendida esta como actividad de servicio público con normas reguladas por un código ético, con temporalidad en el cargo y controlado por el ejercicio de la población más activa y organizada. Hay que recuperar la decencia y la ética como norma de conducta social para que el sentir democrático se aloje en nuestras neuronas. Y no el desapego.
El absentismo tiene, sin duda, una expresión compleja en su análisis, pues cada persona que no va a votar tiene sus motivaciones concretas: Unas, lo harán por circunstancias imprevistas ajenas a su voluntad inicial de acudir a su cita electoral, como podrían ser enfermedad o accidente repentino, encontrarse en un viaje imprevisto, localizarse en una ciudad extranjera, dificultad para desplazarse, enredos burocráticos, etc, etc. Otras, por una opción ideológica, pues rechazan el modelo actual de «participación por delegación» cuando son más partidarias de una democracia más directa. Otras, muchas más, porque fundamentan su opción en la desconfianza o desesperanza al considerar que les es imposible modificar el status quo establecido en el sistema D´Hont, pues prima a los partidos mayoritarios. Lo cierto es que configuran un poder a tener en cuenta.
Si tan solo un mediano porcentaje de los abstencionistas, en este caso a nivel local, tomaran conciencia de la capacidad de transformación que tienen en sus manos, el panorama cambiaría radicalmente. Si esas personas que no van a votar reflexionaran en que su «no voto» lo que en realidad hace es que siguen «votando al ganador», y que ponen en bandeja colosales y poderosas máquinas electorales a esos grandes partidos para seguir engrasando sus mayorías, que tienen como finalidad el seguir manteniendo su «status quo». Si parte de esos abstencionistas lograsen desmontar ese mantra, esa repetitiva consigna, que los poderes fácticos incrustan de manera subliminal en las mentes de la ciudadanía, otro gallo cantaría, ya que no todas las organizaciones políticas, ni todas las personas que ejercen la política son iguales. No.
Una posible opción a tener en cuenta es: VOTAR, (cada cual dentro de su ámbito ideológico) sí votar, pero a quien no haya gobernado, (y de camino se prueba «otra comida», otra forma de gobernar)- La democracia nos permite votar otras opciones de manera rotatoria y conocer a otras formas de hacer política (no siempre a las de siempre, a las de ese viejo y caduco sistema bipartidista que huele a siglos pasados)… Es una fórmula posible que evitaría la consolidación de «los partidos-sistema».
Otra opción, en este caso más cercana, es preguntarse a uno mismo «¿Cuántas veces ha estado CERCA DE TI Javier Fernández de los Ríos?». A lo mejor, la respuesta que obtenga puede hacer que la venda se que te caiga y puedas ver «otra realidad». Recordad que si este candidato repite llevará más de 32 años en las esferas del poder. Y que sus suculentos salarios se los establece él mismo.
Este candidato accedió a la política para vivir a costa de ella y ni es dialogante ni buen gestor ni moderado, porque, en parte, lo que ha hecho es escalar sobre la herencia recibida de su antecesor, y que a su vez, su antecesor lo que hizo, en gran medida, fue usurpar cientos de ideas que emanaban del grupo de la bancada de la izquierda rinconera. Y esto no lo digo yo sino que la prueba de lo que indico lo expresó él mismo en un homenaje que se le rindió al sindicalista Carmelo Acuña en octubre del año 2021. Ante el auditorio presente llegó a decir que iba a hacer una confesión y reconoció que en numerosas ocasiones muchas ideas aplicadas habían sido extraídas de la otra izquierda. Y que, encima, tuvo la desfachatez de aprovechar ese acto homenaje para expresar en él su candidatura a Secretario General de su partido en Sevilla, cuando no era ni el lugar ni el momento adecuado.
Emulando a Víctor Jara a los abstencionistas les digo:
Yo pregunto a los presentes/ si no se han puesto a pensar/ el poder que tienen en sus manos/ a la hora de votar/ A desalambrar. A desalambrar. / Que el poder es tuyo, mío y de aquel /de Pedro y María/ de Juanita y José.
Y ojalá, el próximo 28 de mayo, hagan uso de ese poder que tienen en sus manos para transformar la realidad. Votar sí, votar, pero a quien no haya gobernado o, por lo menos, para impedir la mayoría absolutista que estrangula la democracia en La Rinconada. Son los abstencionistas los que pueden hacer posible lo que puede parecer imposible: desinflar el absolutismo. Insisto, recordad que si este candidato repitiera se tiraría más de tres décadas en las esferas del poder y que sus suculentos salarios se los establece él mismo.