Las cosas van encajando. Parece que el racismo, el odio al distinto, a otras formas de pensar y todo lo que no sea la identificación completa, está más arraigado de lo que se suponía en algunos «personajes» públicos.
Produce sonrojo ajeno el comportamiento de una persona que, al menos en teoría, representa a una parte importante del deporte con más seguidores en este país y en el mundo entero, y que, para más sorna, es nada menos que uno de los capitanes de un equipo nacional que se acaba de proclamar campeón continental de nuestra vieja Europa culta, llena de historia y de tolerancia, Nación de Naciones como es.
Evidentemente, cada ciudadano tiene derecho a tener las ideas políticas que le vengan en gana y de votar, incluso defender públicamente sus ideas. Pero, la extrema derecha, que tanto acusa de extremistas a otros, son los más radicales, menos respetuosos, más mal educados y peor calaña que tenemos que soportar los demócratas de este país.
Todo surge a raíz de una recepción oficial, donde uno de los capitanes de la Selección Española de Futbol, tiene la desvergüenza de despreciar a una persona que, le guste a él o no, representa a todos los españoles. Carvajal no merece el trato de señor porque le viene grande el término y su contenido, tuvo la desfachatez y el atrevimiento de ningunear al Presidente del gobierno de España. Nadie duda de que le pega muy bien las patadas al balón, pero de cultura, educación y vergüenza anda cortito, posiblemente ni siquiera le llegue para andar por casa. Carvajal, con ese comportamiento tan poco apropiado de un deportista, demuestra que su xenofobia, su intolerancia y la defensa del racismo, se funden en su ADN con las innobles ideas con la que se identifica y, para más colmo, no trata tan siquiera de disimular. Porque sus amigos de VOX, de los que es confeso admirador, han menospreciado públicamente, tratando de ignorarlos de forma soez, a algunos de los jóvenes futbolistas que han representado a nuestro país en el recién finalizado torneo del que España ha conseguido proclamarse el país campeón. Carvajal no merece el trato de señor, insistimos, ya que su comportamiento ha sido el de un energúmeno.
Habría que recordarle al tal Carvajal que él se ha proclamado campeón de España, de la Champions y de Europa, gracias al esfuerzo de unos cuantos negritos, dicho el término sin el menor ánimo de ofender, y sin atisbo alguno de racismo, más bien al contrario. Esos negritos han hecho que su cuenta corriente haya aumentado espectacularmente gracias a las suculentas primas que habrá recibido.
No estaría de más, recordar cuál debería ser la postura que le corresponde adoptar el equipo que cobija a este individuo, el susodicho Carvajal, y que tanto se queja de las ofensas racistas al que en algunos lugares someten a uno de sus jugadores, al que por cierto debería recordar la directiva que pertenecer al Madrid y tener la piel oscura, no le da bula para provocar a las aficiones y jugadores rivales y ser mal educado.
Porque el Madrid, al parecer, tiene un gran problema: el racismo lo tiene dentro de sus propios vestuarios. Carvajal es uno de los síntomas de ese racismo y de esos comportamientos xenófobos, intolerantes y antidemocráticos. Eso sí, cada vez queda más clara la doble moral que emplean algunos.
Tal vez muchos piensen que el «así, así gana el Madrid» es una realidad manifiesta, una triste realidad manchada de racismo, intolerancia y xenofobia.
Y ahora, Carvajal, siga usted con sus amigos racistas y xenófobos.
Pudiera ser que sea el momento de que este sujeto, el tal Carvajal, por muy del Madrid que sea, deje, al menos, de representar a nuestro país.