Parece que es tendencia, como se dice en la adecuada terminología actual, llena de influencers (¡Vaya el palabro! Como si en español no tuviéramos una palabra, influyente, de mayor riqueza semántica), o que tiene mucho futuro para ser tendencia. No es otra cosa que la llamada autocensura, un concepto aberrante, que clama contra los principios más elementales de la libertad.
Algo que de por sí es una contradicción. No cabe nada más aberrante que la censura propia, o sea, la autocensura. Pero parece, perdón por la redundancia, que es tendencia o tiene toda la pinta de serlo. Porque tal vez alguien lo presente como anécdota, pero la negativa de una cantante italiana a cantar el Bella Ciao hace tan sólo unos meses, no era más que el miedo a ser represaliada, eso sí, subliminalmente y «respetando» su libertad, por el régimen totalitario en que ha caído nuestra muy querida Italia. En nuestra vecina, ejemplo patente de cómo usan y abusan de la democracia las derechas y las extremas derechas, eran muchos los que esperaban el triunfo de la derecha, apoyada por la extrema derecha (¿les suena?) y, a pesar de ello, los medios de comunicación, (o medios de desinformación, como usted amigo lector desee nominarlos) no hicieron nada para evitar y corregir su descarado sectarismo a favor de la futura plataforma gobernante (¿les sigue sonando?).
Pero vayamos a lo fundamental: los principios de ese MANUAL DE AUTOCENSURA no escrito, ni presentado oficialmente, ni aprobado en ningún parlamento, ni del que haya constancia oficial. Eso sí, puede comenzar a existir. Si es que no existe ya (este autor piensa que lleva existiendo en nuestro país desde que se inventó el término famoso, jaleado por palmeros, comunicadores de poco fondo ético y chaqueteros al uso, de «Gobierno Frankenstein»)
Los pilares de ese MANUAL DE AUTOCENSURA pasarían por tres columnas vertebrales:
- Respeto a la libertad ideológica (siempre dentro de un orden, al más puro estilo del anterior régimen que sufrimos los españoles)
- Libertad de crítica sin límites (claro está que el objeto de esa crítica ha de ser la izquierda)
- Ausencia de control previo por parte de organismos oficiales (afortunadamente los medios informáticos han avanzado mucho y se puede borrar o bloquear lo que no es conveniente).
Como anécdota, decir que al autor de estas líneas se le ha dado de baja de una página de las redes sociales al atreverse a contestar en sus mismos términos a un destacado político de derechas por, según ese medio, “incitar a la violencia”. Quienes me conocen seguro que se ponen las manos en la cabeza. Bueno, pues es una anécdota que se puede convertir en algo común dentro de muy poco.
Eso sí, los ideólogos de este Manual de autocensura y los vigías que esos ideólogos designen, dejarán muy claro, insistirán una y otra vez hasta la saciedad, pondrán argumentos falaces (aparentemente razonables) y argumentarán hasta cansarse y cansar a todos, que para ellos «como buenos y auténticos neoliberales», lo primero es la libertad de las personas. No dejan de ser aventajados alumnos de la escuela sofista, tal vez la más antigua que se conoce de la manipulación y la falsedad.
También de eso, de manipular y de falsear, tenemos ejemplos, a cientos, en los últimos tiempos.
Hay una cosa cierta: si algo recorta más las libertades y es más contradictorio con el propio liberalismo, es poner coto a las libertades individuales. Claro que el liberalismo es sólo un concepto economicista, no un pensamiento para lograr un desarrollo personal más íntegro, independiente y que haga a las personas más libres. Y se hará desde el «respeto máximo a las libertades y derechos constitucionales». Todo ello, claro, si la lógica, el buen entendimiento y a inteligencia de los ciudadanos, no pone coto a las salvajadas y a las mentiras disfrazadas, con las que los españoles nos desayunamos, almorzamos y cenamos delante de la caja tonta (o no tan tonta).