El día 25 de mayo de 2020 la Policía Federal estadounidense asesinaba, de manera cruel y espeluznante, en la ciudad de Minneapolis al ciudadano afroamericano George Floyd dando lugar a una oleada de protestas raciales y de furia desatada. La violencia policial en ese país contra negros, afroamericanos, latinos, personas con problemas mentales y de drogadicción, etc., es un hecho tristemente cotidiano. Según un estudio del observatorio norteamericano Mapping Police Violence en el año 2022 fueron 1183 las personas asesinadas en EE. UU. víctimas de la brutalidad de los uniformados durante ese año, es decir, 3 personas cada día.
EEUU alberga entre sus mazmorras carcelarias a un cuarto de la población reclusa mundial. En los días posteriores al asesinato de Floyd grandes ciudades norteamericanas como Boston, Baltimore o Richmond entre otras, asistían al derribo de estatuas y bustos de Cristóbal Colón por cuanto a este almirante colonialista se le asocia con el inicio del exterminio de indios y la posterior llegada de negros esclavos desde África. También en otros puntos del planeta tan distantes entre sí como Nueva Zelanda, Reino Unido o Barcelona se procedía al derrumbamiento del «conquistador» como símbolo del genocidio indígena y del legado de esclavitud en EE. UU. y otros enclaves caribeños. Incluso en Los Ángeles, capital del estado de California, centro audiovisual del imperialismo, las autoridades de ese estado aprobaban la retirada de una estatua de Colón, primer traficante de esclavos, y de la «reina de los tristes destinos», Isabel la Católica.
Casi de manera simultánea y mientras las protestas raciales se sucedían y conmocionaban al mundo, en Huelva, «cuna del descubrimiento», calificativo que el gran maestro de la narrativa latinoamericana Eduardo Galeano se encargó de cuestionar, en su prolífica y extensa obra literaria, que asistíamos a una reafirmación de la «bondad y misericordia del almirante» con la presencia de representantes institucionales de la derecha extrema custodiando pretorianamente las estatuas del «conquistador» diseminadas entre nuestra capital, lugares colombinos y el propio Paraje de La Rábida. La falta de respeto de la derecha extrema con los pueblos latinoamericanos es necrológica. Ni siquiera aquellos nativos desaparecidos por la codicia hispana en nombre del saqueo de los grandes recursos naturales y de la imposición a fuego del mal llamado cristianismo, que actuaba con el rosario y la cruz en una mano y la espada en la otra, merecen una benignidad e indulgencia, demostrando una vez más que el humanismo, la solidaridad y la memoria no forman parte de las tablas de valores de tan inicua ideología. Uno de sus voceros en declaraciones a la prensa local mostraba su «repulsa a quienes quieren contar las cosas como realmente no fueron».
También, al otro lado del océano el guerrerista Donald Trump se deshacía en elogios con el «descubridor» que así es como llama a Colón, demostrando las coincidencias ideológicas entre el otrora inquilino y hoy de nuevo ocupante de la White House como enemigo belicoso de los pueblos latinoamericanos y la derecha extrema hispana ante la absoluta falta de consideración y respeto por tanto atropello cometido contra los aborígenes, indios, nativos y otras razas que, con más o menos armonía, allí vivían antes de la llegada salvaje del hombre blanco a esas ricas tierras indoamericanas.
Con toda seguridad que panegíricos como los defendidos por Trump y por la derecha extrema no circularan jamás `por las venas abiertas de América Latina. Sus pueblos se encargarán de rechazarla y expulsarla en nombre de la verdad.
A la vuelta de la esquina el 12 de octubre señalado en el calendario como feriado y como día de la Raza o de la Hispanidad para clericales, conservadores, socialdemócratas, indiferentes y para la derecha extrema pasará un año más en nuestra tierra vociferando loas y alabanzas en favor de «los conquistadores». Mientras en varios países de América Latina esa fecha recuerda la lucha de los pueblos originarios frente a la destrucción de sus territorios, cultura y derechos conmemorándose como día de la Resistencia Indígena.
Pareciera que, para el Ayuntamiento de Huelva y otras instituciones de carácter andaluz, provincial, locales, académicas y religiosas las razones morales y la reparación ante el genocidio, el robo, la barbarie cometida contra esos pueblos debe seguir siendo silenciada y apartada del conocimiento de todos nosotros. Incluso la «Real Sociedad Colombina Onubense» asociación creada a finales del XIX por «intelectuales de la provincia para actualizar la memoria del Descubrimiento de América», como así se autodefine, tiene como Presidente honorífico a Cristóbal Colón de Carvajal y Gorosabel, duque de Vergara y grande de España. Cualquier relación de semejante personaje de sangre azul y de familia de alta prosapia con nuestro pueblo sería puro espejismo. Tampoco este Ayuntamiento onubense, en el que se han venido alternando sucesivamente quienes hoy están, el PP y quienes estuvieron, el PSOE, éstos con más delito aún por aquello del barniz izquierdista, parecieran ir más allá de la pura palabrería y verborrea cuando de América Latina se trata. Resulta cuando menos vejatorio e hiriente mantener más de 30 calles, plazas y simbología de nuestra ciudad con nombres bautizados por el franquismo mientras personajes grabados para todos los tiempos en el ideario colectivo y la historia de nuestra América como Martí, Bolívar, Mariátegui, Galeano o García Márquez, entre otros muchos, carezcan de ellos. Así difícilmente las nuevas generaciones venideras podrán mantener una interpretación certera y culta de la presencia imperialista española en aquellas tierras. Eso supondría adoptar aptitudes críticas frente al discurso actual de la sumisión y la falsedad de lo sucedido y romper definitivamente con la misma cantinela de exaltación, año tras año y hasta el paroxismo, de esa ocupación y de ese genocidio bajo la máscara del Descubrimiento.
El Ayuntamiento de Huelva debería ayudar desde ya a la interpretación correcta de lo acaecido a partir del fatídico, para aquellos pueblos originarios, 3 de agosto de 1492, por lo que sin más reticencias debiera en acuerdo plenario y como acto de decencia aprobar el mencionado XII de octubre como día de LA RESISTENCIA INDÍGENA. A buen seguro desde las aguas del Río Bravo hasta el estrecho de Magallanes los pueblos y organizaciones antiimperialistas, anticolonialistas y democráticas del continente aplaudirían este noble y obligado reconocimiento. Ni que decir tiene, estos pueblos agredidos y saqueados también se han hecho acreedores, por el dolor y sufrimiento a que fueron sometidos, haber erigido en algún lugar de nuestra ciudad un monumento en su honor. Al pie del mismo podríamos verter nuestras culpas y pecados porque esa retahíla muy manida de primer contacto entre dos mundos y el nacimiento de una nueva civilización, según el relato políticamente correcto, sigue estando escrito con la sangre de los pueblos originarios y aborígenes amerindios…
Por ser de justicia esta petición…
Antonio López (miembro del Colectivo Antiimperialistas.com)
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Cuánta razón tiene usted, don Antonio.