Algunos humanos y especialmente quienes gobiernan nuestro Ayuntamiento están empapados de una megalomanía absorbente que se pone de manifiesto en cada ejemplar de su TOMA NOTA: el verbo que más conjugan es: crecer, crecer más, más y más y más… sin pensar en las consecuencias que eso tiene para el pueblo que habitamos, para el aire que respiramos, para la tierra que pisamos y transitamos… y ¿por qué no decirlo?, para el bombo informativo-meloso que soportamos.
Recuerdo a día de hoy la respuesta que me propició el arquitecto redactor del actual PGOU, (por aquel entonces yo era concejal en la oposición) cuando le planteé sobre la posibilidad hipotética, pero posibilidad al fin y al cabo, de que una catástrofe ambiental de una magnitud insospechable pudiese ocurrir con una subida del cauce del Almonazar (por si algunos vecinos no lo saben, es el río que discurría de forma natural a cielo abierto por nuestro pueblo años atrás y hoy parte de él se encuentra entubado). Su respuesta fue que «esas catástrofes que puedan producirse, que sí, afirmó, que podrían ocasionarse y que existían estudios proyectivos y técnicos que así lo testificaban, pero que solo se producen en ciclos de 500 años y que dado el caso de que esa catástrofe pudiera ocurrir ni usted ni yo estaríamos vivos» y se quedó tan pancho.
Quizás desde aquel entonces se optó y se continuó divulgando que crecimiento y progreso van al unísono como valores positivos y el pueblo sigue «tragándoselo» convencido de que esas dos palabras son sinónimos. No lo son en absoluto, ni uno implica al otro, ni necesariamente ambos valores son en sí mismo positivos. Todo depende de la arista con que se mire.
Crecer es un concepto cuantitativo. Progresar es cualitativo. Se supone que progresar es ir a una situación más deseable. Ser «progresista» es desear mayor justicia, mayor democracia, mayor equidad, mayor igualdad de oportunidades, mayor y mejor cultura y cuidado de lo colectivo y de lo diverso, mayores recursos para satisfacer las necesidades básicas de la población (salud, ocio, formación, bienestar) mayor equilibrio con la naturaleza, mayor entendimiento entre pueblos o, en nuestro caso, entre los barrios que conformamos nuestra Rinconada. Crecimiento, en cambio, es el aumento de tamaño. Pero ocurre que un pueblo que sea cada vez más grande no es lo mismo que cada vez sea mejor. Un ejemplo de lo que intento explicar: el que crezca el presupuesto de cualquier empresa o entidad o Ayuntamiento y empeore su distribución y que no llegue justa y distributivamente a los demás no es necesariamente bueno ni lo podemos considerar progreso, es simplemente crecimiento. O que la Rinconada crezca hasta tener 100.000 habitantes sería ¿positivo o negativo? Yo me apunto a que sería calamitoso o adverso. Desaparecerían (cosa que ya ha pasado) muchas tierras de rico cultivo que la madre naturaleza nos legó en esta Vega, hoy han sido ya sustituidas por edificios de cemento y ladrillos, por poner un ejemplo. Por este camino, lo rústico pasaría al olvido definitivo, a lo inexistente en un intervalo corto de tiempo. Crecer sin progreso implica, entre otras cosas, que los campos que nos rodean se convertirían en edificios y más edificios, y como consecuencia, en coches y más coches, con la consiguiente contaminación y en más zonas residenciales con piscinas y más piscinas (qué es lo que ahora se lleva) y como resultado menos agua. Hay que tener en cuenta que estamos a escasos kms de separación de la gran urbe de la capital, más vale buenas infraestructuras de conexión con ella y menos edificaciones de viviendas, ya que esa problemática conllevaría no solo la destrucción de una parte agrícola de la Vega sino también la eliminación de la diversidad biogenética. Cuando pequeños veíamos lagartos en las zonas donde jugábamos. ¿Qué niño de hoy ha visto un lagarto o una abubilla en estado natural y en plena libertad? Si ya están desapareciendo los grillos, los gorriones, los ratones de campo, etc. por la sencilla razón de que la agricultura intensiva y de que el crecimiento desaforado de las construcciones de lujo está haciendo desaparecer esas especies, pues sus hábitats han sido vejados y ultrajados. ¿Progresamos? ¿O solamente crecemos hasta chocarnos con el techo? Todo tiene un límite. Para los regidores municipales actuales, los campos de cultivo se usan para producir riquezas e ingresos para unos pocos en forma rápida, en vez de poner el punto de mira en que esas tierras aportaban comida para muchos. Tenemos que darnos cuenta de que también es en parte culpa nuestra porque nos dejamos llevar por esa propaganda de vista corta y riqueza vertiginosa aprobando sus propuestas. Crecer no implica progresar. Ese dilema debería empezar a preocuparnos. Porque de seguir en esta dirección el resultado final será que tendremos miles y miles de habitantes más, pero con menor grado de vecindad, con un clima más enrarecido y mucho peor que el que hasta ahora hemos conocido, con una masificación agobiante que restará bienestar personal y todo para que unos muy pocos sean dueños de todo.
En definitiva, insisto con el titular: La Rinconada crece, pero no progresa.
Y digo que de verdad me gustaría escribir de algo buenísimo si se utilizara bien esas gestiones, pero entiendo que no. Mi opinión es que esa obcecación de crecer y crecer y más crecer lo que nos aportará serán dificultades e inconvenientes cada vez mayores. De hecho cada vez es mayor el problema de encontrar aparcamientos cerca de las viviendas, cada vez es mayor la saturación de tráfico por nuestras calles, cada es mayor la dificultad de encontrar una vivienda ya sea en propiedad ya sea en alquiler a precios factibles. Prefiero aquellas calificaciones valorativas de las evaluaciones que se hacían en décadas anteriores, cuando al alumno se le ponía progresa adecuadamente. Pues eso me gustaría para mi pueblo. Que su crecimiento fuera compasado con un progreso adecuado.
Y cuanto digo, lo voy a reseñar en varias situaciones que se evidencian y son constatables.
¡Empezamos!: en las amplias listas de espera de jóvenes para poder obtener la vivienda deseada y asequible a su nivel de ingresos, o sea una juventud que encuentra dificultades para progresar (me consta que muchos de ellos y ellas emigran a pueblos más cercanos porque la vivienda es su mayor hándicap), o en esas parcelas llenas de jaramagos en polígonos industriales aún por culminar (más vale una buena programación del desarrollo industrial mejor analizado y más real, esa es la consecuencia de crecer por crecer), o también en esa política que ha desembocado en que cientos de establecimientos de pequeños comercios locales hallan cerrado, incluso de calles enteras y zonas que eran pioneras en el comercio local que hoy están desahuciadas de sus antiguos comercios. La razón se encuentra en que aquí se ha apostado por la implantación de grandes superficies comerciales con las que les es imposible competir, o también se puede ver en ese gran número de paradas y parados existentes que el único futuro que les queda es limpiar las calles (llenos de resignación e instalados en «esto es lo que hay»), o ese tráfico cada vez más caótico por muchas de sus calles debido a su saturación y la dificultad cada vez mayor de encontrar aparcamientos, o ese plan de tráfico que se adapte a esta nueva realidad, o esa planificación urbana de concentrar todas las entidades financieras en una misma calle en lugar de hacer una distribución por zonas, o también, ese escaso desarrollo democrático en la institución propiciado por la estructura cesarista que practica. Y para más inri a todo eso, hay que añadir esa forma de gobernar con un asociacionismo local demasiado condicionado a los intereses del partido del gobierno local y que actúan como correas de transmisión de sus propagandas (al menos en su mayoría) y se podría concluir en que, cada vez más, perdemos sensaciones del sentir de pueblo. En los Carnavales, una chirigota ha hecho mención de lo que escribo, es un descontento social que existe, pero que no se materializa.
Cuando se visitan poblaciones de similar cantidad de habitantes: Carmona, Utrera, Marchena, Morón de la Frontera. Lebrija, etc. se observa que aunque crezcan no pierden su identidad, eso sí son grandes pueblos. Nosotros nos aljafereizamos cada vez más, esa es la gran diferencia y esa es la realidad que mis ojos ven y analizan. Así lo pienso, así lo escribo.