El machismo es una sustancia pegajosa y terrible que envuelve el cerebro de algunos hombres, incapaces de controlar el monstruo de la violencia. Un asesinato machista no suele ser un acto repentino: comienza mucho antes, de forma lenta y predecible. Empieza con insultos, gritos, faltas de respeto, palabras de desprecio. Una escalada de violencia que crece, se normaliza y termina, demasiadas veces, con cuchilladas mortales.
Lo más trágico es que muchas mujeres no consiguen ver el final hasta que ya es tarde. ¿Cómo aceptar que el hombre con el que compartes tu vida te va a matar? Cuando se acaban las palabras y empiezan las violencias, habría que saber detectarlo. Pero no siempre se puede. El miedo, la esperanza o la incredulidad lo tapan.
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Este lunes, en Almería, nos concentramos en el mirador de la rambla, para mostrar respeto por Josefina, de 63 años, vecina del barrio de San Luis, asesinada por su marido el sábado, un hombre cruel, cobarde y consumido por el poder tóxico del machismo. Y también gritamos, como cada vez, de espanto y de rabia. Porque a otra mujer la han matado, simplemente, por ser mujer.
Ahora solo cabe unirnos al dolor de su familia, y amigos. Familia que ya nunca va a encontrar la paz, y que estará para siempre destrozada por las cuchilladas de muerte. Por favor, ¡no toleremos que nadie niegue la violencia de género! ¡Basta ya, nos queremos vivas!
