El historiador estadounidense Greg Grandin, profesor en la Universidad de Yale y una de las voces más reconocidas en el estudio del imperialismo y la política exterior de Estados Unidos, ha advertido en un artículo publicado en The New York Times de que la estrategia internacional del presidente Donald Trump está reproduciendo los patrones históricos que precedieron a las dos guerras mundiales del siglo XX.
En su tribuna, titulada «La estrategia de Trump nos encamina a otra guerra mundial», Grandin sostiene que la actual Casa Blanca ha abandonado deliberadamente el orden internacional liberal surgido tras la Guerra Fría para sustituirlo por un sistema basado en esferas de influencia, rivalidades permanentes y acciones unilaterales, un modelo que, según recuerda, ya demostró ser profundamente inestable en el pasado.
El historiador compara explícitamente el enfoque de la Administración Trump con las dinámicas descritas en obras clásicas sobre el colapso del sistema internacional de entreguerras, como La guerra que acabó con la paz, de Margaret MacMillan, o La crisis de los veinte años, de E. H. Carr. Según Grandin, la estrategia actual parece inspirarse en esos precedentes no como advertencia, sino como hoja de ruta.
El núcleo de su crítica se centra en la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, publicada este mes, que formaliza el rechazo al multilateralismo, al libre comercio y a los compromisos internacionales a largo plazo. Grandin subraya que el documento recupera de forma explícita la doctrina Monroe como principio operativo, no solo para América Latina, sino como base de una política global que reivindica el derecho de Estados Unidos a actuar unilateralmente frente a amenazas percibidas.
En el artículo, Grandin recuerda que la doctrina Monroe, formulada en 1823, fue utilizada históricamente para justificar intervenciones militares, ocupaciones y golpes de Estado en América Latina, y que su internacionalización en el periodo de entreguerras fue uno de los elementos que acompañaron la escalada hacia la Segunda Guerra Mundial. Japón, el Reino Unido y la Alemania nazi, señala, apelaron a versiones propias de esta lógica para legitimar sus expansiones territoriales.
El historiador advierte de que la Administración Trump está trasladando ese mismo esquema al presente, identificando América Latina como un espacio de rivalidad estratégica y normalizando prácticas como la presión política directa, las sanciones, las operaciones encubiertas y el uso de la fuerza sin supervisión internacional. A su juicio, este enfoque convierte a la región en un laboratorio de una política exterior que después se proyecta al resto del mundo.
Grandin también alerta de que la combinación de un Estados Unidos unilateralista, una China en ascenso, una Rusia en conflicto abierto con Occidente y una Europa dividida crea un escenario de fricción constante, donde cada potencia busca ventajas tácticas sin mecanismos eficaces de contención. En ese contexto, sostiene, el riesgo de una escalada global no es hipotético, sino estructural.
El artículo concluye recordando las palabras del diplomático boliviano Ismael Montes tras el final de la Primera Guerra Mundial, cuando advirtió que la validación de una versión agresiva de la doctrina Monroe hacía inevitables nuevos conflictos. «La paz aún no está firmada y ya se ven las semillas de una nueva guerra», escribió entonces. Para Grandin, esas semillas vuelven a estar hoy sobre la mesa.
La advertencia adquiere especial relevancia por el medio en el que se publica. The New York Times, uno de los principales referentes de la prensa estadounidense, rara vez acoge tribunas que planteen de forma tan directa la posibilidad de un nuevo conflicto mundial impulsado desde Washington. El texto de Grandin se suma a un creciente debate académico y político sobre el impacto global de la reorientación estratégica de Estados Unidos.
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