RAĆL MAGALLĆN ROSA
La debilidad creciente de los sistemas democrĆ”ticos es una percepciĆ³n social cada vez mĆ”s compartida, pero tambiĆ©n una tendencia mĆ”s analizada y confirmada por las ciencias sociales.
En los Ćŗltimos 15 aƱos, la mayorĆa de democracias han ido viendo cĆ³mo se debilitaban sus mecanismos de autodefensa hasta perder parte del valor de lo que significa vivir en democracia. Mientras, de forma paralela, aumentaba la preocupaciĆ³n social e institucional por la desinformaciĆ³n y su importancia a la hora de desestabilizar sistemas democrĆ”ticos mĆ”s o menos consolidados.
Las percepciones āpero tambiĆ©n sus limitacionesā se explican mejor con datos. En elĀ Democracy IndexĀ deĀ The EconomistĀ publicado en 2007, el nĆŗmero de democracias plenas era de 28. En la Ćŗltima ediciĆ³n de 2022 eran 24 paĆses.
Pero no solo se han reducido el nĆŗmero de paĆses que cuentan con estĆ”ndares de mayor calidad democrĆ”tica, tambiĆ©n lo ha hecho el porcentaje de la poblaciĆ³n mundial. Si en 2007 el porcentaje de la poblaciĆ³n mundial que vivĆa en un rĆ©gimen democrĆ”tico pleno era el 13Ā %, en la actualidad es del 8Ā %. Si en el informe de 2007 habĆa 55 paĆses considerados regĆmenes autoritarios, en la actualidad la cifra alcanza los 59 paĆses.
Hay varias explicaciones a este fenĆ³meno. Entre ellas, destacan la consolidaciĆ³n de redes de colaboraciĆ³n entre paĆses autocrĆ”ticos, el aumento de las tecnologĆas de la vigilancia para monitorizar voces crĆticas, la importancia de la calidad democrĆ”tica de los paĆses vecinos, el papel de las redes sociales para amplificar movimientos populistas, pero tambiĆ©n sociedades mĆ”s polarizadas, la creciente desconfianza ciudadana en los medios de comunicaciĆ³n, la falta de transparencia de los gobiernos o las distintas estrategias deĀ lawfareĀ para debilitar los sistemas democrĆ”ticos en diferentes paĆses.
Por su parte, los resultados deĀ Varieties of DemocracyĀ seƱalan que las democracias liberales alcanzaron su punto mĆ”ximo en 2012. Los datos deĀ The Global State of Democracy ReportĀ del aƱo 2022 destacaban que, entre 2016 y 2021 el nĆŗmero de paĆses que se dirigĆan hacia el autoritarismo era mĆ”s del doble del nĆŗmero de paĆses que habĆan avanzado hacia la democracia.
Durante ese perĆodo, 27 paĆses experimentaron una rebaja en su clasificaciĆ³n,Ā mientras que solo 13 mejoraron .
Como podemos observar, y bajo el discontinuo espejismo tecnolĆ³gico de progreso, Ć©xito y sociabilidad, los distintos informes nos seƱalan que los sistemas democrĆ”ticos han perdido parcialmente la capacidad para creer en ellos mismos.
(Des)informaciĆ³n y polarizaciĆ³n, un fenĆ³meno global que se adapta a lo local
En la Ćŗltima dĆ©cada hemos hablado mucho del papel de las redes sociales, de la pĆ©rdida de confianza en los medios de comunicaciĆ³n, de una tecnologĆa que nos iba a permitir aumentar el nĆŗmero de paĆses democrĆ”ticos de nuestro entorno, de las posibilidades para luchar contra la desigualdad de la globalizaciĆ³n, etc.
Sin embargo, la realidad es que hay āal menosā una generaciĆ³n que estĆ” determinada por la crisis de 2008, la pandemia y ahora las consecuencias de la guerra en Ucrania y el consiguiente aumento de las desigualdades sociales y generacionales. Este nuevo escenario ha planteado cambios en la manera de consumir informaciĆ³n ādesde la saturaciĆ³n hasta la fatiga informativaā, pero tambiĆ©n en lo que significa hoy en dĆa estar informados.
MĆ”s informaciĆ³n no ha traĆdo un mundo donde nos sintamos mejor informados, pero tampoco un mundo mĆ”s democrĆ”tico. En el escenario actual, la desinformaciĆ³n se ha convertido en una disfunciĆ³n mĆ”s o menos normalizada e integrada en el sistema.
El clima de desinformaciĆ³n (in)voluntaria ha hecho que antes de hablar de cĆ³mo informarnos bien, tengamos que crear y pensar las herramientas necesarias para no sentirnos desinformados. ĀæPuede llegar a ser la sobreinformaciĆ³n una nueva forma de censura y control social?
Si algo hemos aprendido desde el referĆ©ndum del Brexit o las elecciones en EE.Ā UU. de 2016 es que la desinformaciĆ³n funciona mejor en escenarios de incertidumbre y desconfianza creciente en el sistema.
Si algo aprendimos de los aƱos precedentes a la pandemia es que la desinformaciĆ³n no solo afecta a la polĆtica, sino tambiĆ©n a la ciencia, la inmigraciĆ³n, los derechos sociales y, sobre todo, estĆ” vinculada a los ciclos de actualidad.
Si algo nos deja la resaca de estos acontecimientos es que hay narrativas globales que se adaptan a contextos locales.
La alfabetizaciĆ³n mediĆ”tica, digital y algorĆtmica en la lucha contra la desinformaciĆ³n
Hay muchasĀ medidas y respuestasĀ identificadas que se pueden tomar para mitigar y resolver determinados vectores de desinformaciĆ³n, pero todas necesitan pasar de los discursos a los hechos en lo que hace referencia a la alfabetizaciĆ³n mediĆ”tica, digital y algorĆtmica.
Si tomamos una cifra moderada del tiempo de uso y consumo de redes sociales por parte de las generaciones mĆ”s jĆ³venes āunas cuatro horas diariasā tendrĆamos un total de 1Ā 460 horas anuales de consumo de redes sociales. Pensemos que se estima que un estudiante de secundaria pasa entre 1Ā 000 y 1Ā 050 horas anuales en clase.
Es evidente que āsi nuestros jĆ³venes pasan mĆ”s tiempo en las redes que en las aulasā necesitamos integrar la formaciĆ³n sobre las posibilidades, riesgos, oportunidades, limitaciones, etc. de esas redes sociales en el currĆculo escolar. Y, como ocurriĆ³ con la alfabetizaciĆ³n mediĆ”tica, cualquier implementaciĆ³n de esta evidencia llega tarde.
Por lo tanto, retrasar su integraciĆ³n no hace sino ampliar los problemas que genera la normalizaciĆ³n de sus disfunciones.
En este diĆ”logo generacional, mĆ”s que de competencias o conocimiento hay una brecha pasional y temporal, pero tambiĆ©n de poder. Esas nuevas formas de contar y vivir en sociedad tambiĆ©n nos enseƱaron que detrĆ”s de un relato de innovaciĆ³n hay una lucha soterrada por el mantenimiento del poder y por la sustituciĆ³n de sus correspondientes oligopolios.
La alfabetizaciĆ³n digital y algorĆtmica ha de explicar tambiĆ©n ese tipo de relatos, asĆ como su influencia en la esfera pĆŗblica digital. La desinformaciĆ³n no sĆ³lo estĆ” vinculada a la informaciĆ³n falsa o errĆ³nea sino tambiĆ©n a la falta de informaciĆ³n contextualizada para entender escenarios de complejidad creciente.
Por el contrario, en comunicaciĆ³n siempre estĆ” la duda de la decisiĆ³n correcta a la hora de distinguir entre Ā«la comunicaciĆ³n del riesgoĀ» y el Ā«riesgo de la comunicaciĆ³nĀ». En una democracia, la respuesta mĆ”s correcta āpor encima del resultadoā es aquella que busca generar mĆ”s transparencia y confianza de la ciudadanĆa hacia nuestro sistema democrĆ”tico.
InformaciĆ³n, tecnologĆa y democracia: retos y deberes
ĀæCĆ³mo vincular las ideas de progreso, tecnologĆa y democracia? ĀæQuĆ© papel tiene la informaciĆ³n en esta relaciĆ³n?
Es evidente que la apariciĆ³n continuada de nuevas tecnologĆas ha acabado desafiando nuestra percepciĆ³n social sobre sus propias posibilidades. Entre otras razones por la saturaciĆ³n, sus propias limitaciones o, simplemente, por las brechas generacionales que estas inicialmente crean dependiendo de su acceso, pero tambiĆ©n de su uso e interpretaciĆ³n.
En este escenario creciente y global de polarizaciĆ³n son las batallas culturales vinculadas a los ciclos de actualidad las que determinan las narrativas preferentes de los debates pĆŗblicos y polĆticos y en ellos muchos medios de comunicaciĆ³n no han sabido repensar su funciĆ³n para dejar de ser altavoces (a)crĆticos de los partidos polĆticos y establecer un marco de discusiĆ³n orientado mĆ”s hacia el medio y el largo plazo sobre quĆ© diseƱo de polĆticas pĆŗbicas se estĆ”n planteando.
En la actualidad, el periodismo no estĆ” mĆ”s en conflicto que en otro tiempo con la bĆŗsqueda de la objetividad, la honestidad y la profundidad sino con la fragmentaciĆ³n, la falta de explicaciones a la complejidad creciente de nuestras sociedades y la omisiĆ³n de posibles soluciones.
Si algo hemos aprendido de la Ćŗltima dĆ©cada es que la relaciĆ³n entre informaciĆ³n y democracia no sĆ³lo estĆ” basada en la cantidad de informaciĆ³n que circula, sino en las preguntas que hacemos antes y despuĆ©s de que esa informaciĆ³n circule.