El 4 de diciembre vuelve cada año como un recordatorio vivo de que Andalucía solo podrá ser libre cuando lo sea también su pueblo trabajador. Desde Nación Andaluza afirmamos que esta fecha no es un ritual ni una efeméride; es una jornada de lucha que enlaza las calles llenas de dignidad de 1977 con las necesidades políticas del presente. Es el día en que Andalucía mira de frente su historia, su situación actual y su porvenir.
Este 2025 nos encuentra en un contexto especialmente grave: el capitalismo atraviesa una crisis estructural y definitiva que empuja al conjunto de la clase obrera y los pueblos oprimidos a situaciones cada vez más insostenibles. Andalucía no es una excepción. Somos una de las naciones donde más nítidamente se evidencia que el capitalismo español y las oligarquías europeas solo puede ofrecernos subdesarrollo, dependencia y desposesión.
Las últimas medidas de la Junta vuelven a demostrar la naturaleza antisocial del régimen estatutario. El reciente escándalo del cribado de cáncer de mama —con miles de mujeres sin ser informadas de resultados “no concluyentes” ni de la necesidad de pruebas adicionales, generando retrasos diagnósticos que podrían haber costado vidas— evidencia que lo que llaman “avances sanitarios” no es más que propaganda para ocultar el desmantelamiento sistemático de la sanidad pública andaluza. Tras años de privatización encubierta, recortes, saturación y abandono, incluso un derecho básico como la prevención oncológica se convierte en un ejemplo cruel de cómo este modelo autonómico que nos impone el Estado español, al servicio del capital y no del pueblo, condena especialmente a las mujeres trabajadoras andaluzas a la desigualdad, la inseguridad y la desprotección.
Mientras tanto, el problema de la vivienda alcanza niveles insoportables. La especulación urbanística, la colonización turística de barrios populares, el alquiler turístico descontrolado y la compra masiva de viviendas por fondos de inversión han convertido el acceso a un hogar en un privilegio. Las instituciones del Estado español —incluida la Junta— actúan como garantes del negocio inmobiliario, nunca de las necesidades de nuestro pueblo.
La represión sindical, desde multas a delegados y piquetes hasta judicialización de la protesta y persecución como ha ocurrido en Palma del Río con los siete de Duplach, demuestra que la clase obrera andaluza solo puede ganar enfrentándose un aparato estatal burgués que defiende a la patronal. La «democracia» española vuelve a mostrar que su límite real es la lucha obrera consciente.
Todo ello se produce en una Andalucía que sigue liderando —otro año más— los peores indicadores del Estado español y Europa en salarios, precariedad, paro estructural y dependencia económica. A la par, se intensifica la emigración forzosa, especialmente entre la juventud formada, expulsada por un modelo que solo ofrece temporalidad, precariedad laboral, jornales indignos y falta absoluta de expectativas y de futuro en nuestra tierra.
Este año asistimos a nuevas maniobras institucionales para seguir enterrando la verdad sobre el asesinato de Manuel José García Caparrós, asesinado por la policía española el 4D de 1977. 48 años después del asesinato de Caparrós, el Estado español presume de haber desclasificado los documentos de su asesinato y de reconocerlo como víctima del terrorismo de Estado. Pero esta maniobra no busca justicia: busca cerrar en falso un crimen político manteniendo en el anonimato a sus asesinos y protegiendo a los responsables de la violencia de aquel 4 de diciembre. A las hermanas de Manuel José se les ha permitido ver los documentos, pero bajo una cláusula de confidencialidad que impide revelar nombres. El Estado reconoce el hecho para controlar el relato, pero sigue garantizando impunidad a quienes dispararon contra un joven obrero andaluz que defendía la libertad de nuestro pueblo y de quienes desataron la violencia aquel 4 de diciembre.
Caparrós no es un símbolo vacío: es la demostración más clara de cómo responde el Estado español cuando el pueblo andaluz se levanta. Su memoria nos recuerda que ninguna conquista democrática para Andalucía ha venido nunca regalada, y que nunca vendrá desde un orden estatal que ve al pueblo trabajador andaluz como una amenaza, no como un sujeto político legítimo.
2025 confirma lo que venimos señalando desde hace décadas: el reformismo no es una vía para la emancipación del Pueblo Trabajador Andaluz. La socialdemocracia —vieja y nueva, teñida de rojo, de violeta o de verdiblanco— sigue gestionando el capitalismo y actuando como amortiguador de la indignación popular.
Mientras proclaman derechos, sostienen privatizaciones. Mientras hablan de democracia, endurecen leyes represivas contra la clase obrera. Mientras dicen defender Andalucía, profundizan nuestra dependencia.
La socialdemocracia es la antesala del fascismo, porque su fracaso repetido alimenta la desesperanza y abre espacio a la ultraderecha. Hoy, en pleno 2025, vemos crecer en Andalucía un neofascismo que se nutre del abandono institucional, del racismo estructural y del desencanto reproducido por décadas de falsas promesas de la socialdemocracia y el reformismo.
Vivimos el derrumbe progresivo del orden imperialista occidental. La barbarie en Palestina, la escalada militar global, el auge del bloque multipolar y la crisis sistémica del capitalismo marcan un fin de época. La represión del movimiento obrero europeo, la crisis social en América Latina, los conflictos africanos reavivados por el expolio de recursos y la intensificación de las guerras imperialistas en el Mediterráneo evidencian una transición histórica.
En este escenario, Andalucía no puede resignarse a un papel subordinado. Nuestra liberación está vinculada a la liberación de los pueblos del Mediterráneo y de todos los pueblos oprimidos del mundo. Andalucía no es periferia, es un nodo estratégico del sistema-mundo capitalista.
Frente a quienes pretenden que nos conformemos con reformas imposibles y derechos recortados, afirmamos con claridad que la única salida real para Andalucía es la Revolución Andaluza.
Revolución como esperanza. Revolución como horizonte. Revolución como necesidad histórica para el Pueblo Trabajador Andaluz.
La Revolución Andaluza no es un gesto retórico es la herramienta concreta para que el Pueblo Trabajador Andaluz recupere su dignidad y sea dueño de su destino, es la vía para construir una economía planificada democráticamente, es el camino hacia una Andalucía socialista y feminista, es el marco para garantizar vivienda, salud y trabajo digno para todas, es la condición para que Andalucía deje de ser territorio colonizado y sea un sujeto soberano en el Mediterráneo y en el mundo. Y es también un aporte a la humanidad. Porque cada revolución que rompe una cadena debilita al imperialismo global. La Revolución Andaluza no solo es necesaria para Andalucía, es un acto de solidaridad histórica con todos los pueblos oprimidos del planeta.
Desde Nación Andaluza llamamos a manifestarnos en Málaga este 4D en una jornada de lucha y dignidad del Pueblo Trabajador Andaluz. Por Caparrós. Por nuestra historia. Por nuestro futuro. Por el Pueblo Trabajador Andaluz que se niega a vivir arrodillado.
Andalucía necesita dar un paso decisivo hacia la ruptura con el Estado español y con el capitalismo que nos impone. Necesita construir poder obrero y popular en barrios, centros de trabajo, centros de estudio y territorios. Necesita reconstruir el hilo político que une la Constitución Andaluza de 1883, el andalucismo revolucionario de Blas Infante y las luchas presentes por la soberanía, el socialismo y la vida.
Este 4 de diciembre afirmamos que seguimos luchando. Que seguimos organizándonos.
Que seguimos levantando un proyecto que no es sólo nuestro, sino del conjunto de la humanidad que lucha por su emancipación.
¡4 de diciembre, Día Nacional! ¡Revolución por Andalucía y la Humanidad!
¡Por la independencia del Pueblo Trabajador Andaluz!
¡Por una Andalucía soberana, socialista y feminista!

¿Error o información inexacta? Selecciona ese texto y presiona Ctrl+Enter para avisarnos.






