Son ya muchas las noticias publicadas (¡y las que quedan!) sobre el comportamiento innoble de la persona que debería ser la más ejemplar de este país, me refiero a Juan Carlos I.
Después de ver la serie de Netflix, “THE CROWN”, se pueden hacer muchos paralelismos entre ambas dinastías. En dicha serie exponen al orden del día: intrigas palaciegas, romances opacos, rivalidades, la acción de los poderes ocultos y un largo etc., jamás contados al gran público, con lo que se podrá llegar fácilmente a la conclusión: ¿para qué sirve la monarquía en un sistema democrático? Pues si cometiendo situaciones imperdonables (como ahora se están empezando dar a conocer) no se les puede aplicar el control democrático del voto. En un sistema republicano, TÚ NO CUMPLES; TÚ, FUERA, pues esa es la verdadera voluntad de la soberanía popular, que es que lo que se decide es la voz mayoritaria de las urnas.
Las relaciones extramatrimoniales del Borbón, calladas y silenciadas por la institución que debe velar por la espiritualidad de la nación, como es la Iglesia Católica. El dinero oculto y las hipotéticas comisiones cobradas, calladas y silenciadas por quien debe velar por el uso correcto del buen hacer, de la moralidad y ética pública, como son los gobiernos, los parlamentos y los poderes judiciales. Un comportamiento no ejemplar no se determina con un: “¡perdón no volverá a ocurrir…!” ante las cámaras televisivas. El cuarto poder (la prensa) no puede ocultar deliberadamente las incorrecciones de la más alta institución de nuestro país. Más rigor informativo y más transparencia en cumplir su código deontológico.
¿Quién se puede creer el relato oficial, que esos asuntos no afectan al actual rey Felipe VI? ¿Quién se puede creer que el joven monarca no supiera nada de nada de lo que ocurría en la Zarzuela? Hay que ser muy crédulo o tener fe ciega, o mejor dicho, ser muy súbdito, para dar por seguro, segurísimo que Felipe VI esté inmaculado. A no ser que este hombre estuviese ciego de amor hacia su padre y su dinastía como ya hizo su propia hermana la infanta Cristina ante su amado Urdargarín en el caso Noos, que no veía nada porque el amor la cegaba. Lo que me lleva a la siguiente conclusión: ¿Merece la pena seguir siendo súbdito o vale la pena madurar y ser ciudadano libre con criterio propio en una moderna sociedad democrática?
Para aterrizar en lo más cercano y teniendo una mirada retrospectiva e hilando con el título de este escrito “Vivir de las rentas” .Similar frase puede otorgarse al actual alcalde Francisco Javier Fernández de los Ríos que vive de las rentas que le dejó su antecesor Enrique Abad, sólo tenía que seguir el guion establecido y algunas pautas dictadas desde la Diputación Provincial, pues todas “sus buenas gestiones” realizadas en sus catorce años de alcalde ya fueron sembradas por Enrique Abad, que a su vez “vampirizó” sistemáticamente las innumerables propuestas llevadas a Pleno por aquella Izquierda Unida generosa y propositiva de la década de los noventa. Vivir de las rentas.
Quiero resaltar unas palabras del actual alcalde en el homenaje que recientemente se le ha hecho a Carmelo Acuña, donde “confesó públicamente” que el 90% de las propuestas han sido copiadas de las iniciativas de Carmelo (ejemplarizando en Carmelo la figura de la oposición de izquierdas en el Ayuntamiento, cuando todo el mundo sabe que él no fue concejal). Quizás le fallara el subconsciente ante su anunciado deseo de encabezar la lista de ser Secretario de los socialistas de la provincia de Sevilla. Pero lo dicho, dicho está.
Antonio Durán Montero