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Para los pocos que ayer no estaban en el nuevo supermercado, les comento que tenemos otro en la ciudad. En concreto, en una zona todavía no urbanizada —y según el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, sin posibilidad a medio plazo de hacerlo, puesto que el PGOU para Pago de Enmedio está anulado—.
Ayer era el gran día en que una nueva gran superficie venía a nuestra ciudad. Ustedes ya saben lo que les voy a decir: que el comercio local se resentirá un poco más. Están en lo cierto, pero además les voy a contar que el patetismo ha triunfado, y lo ha hecho a lo grande.
Bueno, en realidad, lo ha hecho de forma patética, como no podía ser de otra manera. Hemos de reconocer que, al menos, no hubo carreras como en las rebajas y se mantuvo el decoro todo lo posible. Pero el cuadro general seguía siendo patético.
Patético por la sumisión y docilidad con que decenas y decenas de personas —sin exagerar, la gente se comportaba como un flujo, no como individuos— seguían el mismo camino, con expresiones que iban desde la sorpresa a la euforia mientras miraban, por escasos segundos —imposible detenerse sin peligro de atropello— los lineales de productos esplendorosamente iluminados.
Patético por la impunidad con la que más de uno y una, sobó a conciencia cuanto trasero se le puso al alcance de la mano, consciente de que tan sólo tenía que alargarla y caminar, el río de gente haría el resto. Para cuando la víctima quería encararse, era otra persona la que veía enfrente. En total, para toda la tienda, había un solo vigilante de seguridad, apostado en las puertas de entrada automáticas, que para la ocasión estaban desconectadas. Tampoco es que el hombre pudiera hacer demasiado en esas circunstancias más que asentir a los que preguntaban si aquella era la salida sin compra.
Patético por el despliegue de la «degustación de productos andaluces» que consistió en un breve paseo de bandejas con patatas fritas, gazpacho y cerveza que rápidamente se quedó sólo en la promoción de estos productos con porcentajes de descuento. Bueno, y la bandeja de patatas fritas, que tardan más en agotarse porque son más baratas.
Patético por la actitud de algunas gentes que, inconscientes de la estrategia publicitaria de mantener las bolsas reutilizables fuera del ticket en ese primer día, prácticamente agotaron las existencias. «Echa al carro niño, echa» decía una señora mientras cajero y pacientes compradores miraban la escena en patético silencio.
Patético porque, como no podía ser de otra manera en más que peripatético cuadro, el pasillo más lleno era el de oportunidades. Y más patético aún porque, contrariamente a lo que la sensación de euforia y franco poco tiempo para discernir hacían ver, los precios no eran más baratos que en cualquiera de las otras grandes superficies del municipio. Ya que la gente va a estar atrapada siguiendo el circuito, van a comprar igual si ponemos ofertas que si no, debieron pensar los muñidores del evento.
Patético a la salida del laberinto de la fauna de compradores compulsivos la algarada de carros reunidos en torno a un puesto promocional en el que se sorteaba el más que juzgado robot de cocina de la marca, gracias a unos papeles que, evidentemente, había que rellenar a bolígrafo y que ocasionó más de un raspón de tobillo. Junto con la cantidad de gente en el establecimiento, como para que se hubiera producido una estampida.
Patético el gesto —aunque agradecido, todo hay que decirlo— de obsequiar a los compradores que entraban con una moneda de plástico «para los carros» y a los que participaban en el sorteo anterior con un helado «para el calor de la calle». Patético el gesto por la psicología barata incentivadora del consumismo, con premio incluido a la salida.
Patéticas las vueltas y revueltas que, aquellos despojados de aparcamiento, practicaban alrededor de la manzana del parque, con la secreta y vana esperanza de colocar el coche en la misma puerta del establecimiento. Y más patéticas las tentativas de accidente que se produjeron por este comportamiento.
Finalmente, patético el hecho de que, a cambio, el ayuntamiento haya invertido en sus presupuestos 3.500 euros para fomento y fidelización del comercio local. 2.400 para bonos de viaje y el resto en publicidad. Lo pueden mirar en los presupuestos anuales: página 148. Que sea el total de una línea denominada estratégica es, sobre todo, lo que resulta patético.
Por cierto, la foto que ilustra este artículo es de comercios locales muertos y cerrados, lo que ofrece la cara más patética de nuestro municipio.