El umbral más bajo al que puede caer una persona es cuando pierde su dignidad, el propio aprecio hacia sí mismo y la ética. El ejemplo más claro, más dolorosamente claro para muchos de nosotros, lo hemos tenido muy recientemente con el Sr. Tamames.
No cabe otra interpretación más que esa: el Sr. Tamames se ha faltado el respeto a sí mismo. Porque una falta de respeto es que un histórico de un partido con tanta solera, que tanto aportó a la democracia de este país, un padre de la Constitución que regula nuestra convivencia, asuma plenamente y de forma concienzuda los postulados de la extrema derecha es todo un despropósito, cuando no una falta de respeto hacia su persona y hacia todos los que en alguna ocasión depositaron su confianza en el Sr. Tamames.
Es increíble, y por supuesto poco digerible, que una persona que defendió las ideas, los principios y los intereses legítimos, desde posiciones de izquierda, de la mayor parte de la sociedad española, la clase trabajadora de nuestro país, beba descarada y groseramente de la mano de los herederos del genocida dictador que estancó España, la mantuvo aislada del resto del mundo y pisoteó los derechos humanos durante casi cuarenta años. Grotesco y vergonzante el papelito del Sr. Tamames y no sólo por el hecho de asumir los postulados de la extrema derecha, sino por hacerlo precisamente él, una persona respetada por su supuesta calidad intelectual y sus posiciones progresistas cuando estaba integrado en el PCE. Insulta no sólo a la historia, sino a la inteligencia de muchísima gente que depositó su confianza, en forma de voto, en el presentador de la última moción de censura, para más INRI al calor de la extrema derecha.
Es una burla, es preferible dejar de lado el término bufonada, ser candidato a la Presidencia del Gobierno de España sin presentar un programa de Gobierno, es tener poco respeto a las instituciones no aceptar un reglamento, el del Congreso de los Diputados, sencillamente porque no le guste que el Presidente del Gobierno democrático al que espira a derrotar por el mecanismo instaurado en nuestra Constitución, pueda intervenir, de acuerdo a lo establecido para responder a esa moción de censura. Es una falta de respeto a nuestra Constitución de la que él mismo aprobó por haber formado parte de aquellas Cortes Constituyentes. El Sr. Tamemes, hay que insistir, se falta el respeto a sí mismo, además de mostrar su mala educación parlamentaria, cuando no acepta el reglamento de la Cámara, interrumpe al orador que está en uso de la palabra, descalifica de mala manera y sin argumentos a los que no coinciden con sus posiciones… El Sr. Tamames nos dio todo un ejemplo de lo que no debe hacer un demócrata.
Y por si fuera poco sus comentarios sobre la historia de España muestran sus posturas reaccionarias, retrógradas y fascistas: es inimaginable que una persona, supuestamente con una carga cultural importante, culpe a un Presidente de la II República Española de ser el culpable del golpe de Estado de 1936. Quede claro una cuestión, sin ánimo de echar leña al fuego: fueron los golpistas (Franco, Quipo de Llano y es resto de truhanes) los que se sublevaron contra un régimen legal, votado por los españoles. O sea, que los únicos culpables de aquel maldito hecho histórico fueron precisamente los fascistas, no los republicanos. Por otra parte, la defensa de Isabel la Católica no tiene justificación; esa defensa apesta a podrido por muchas razones. Isabel la Católica fue una reina egoísta, corta de miras, salvaje con la cultura (mandó quemar, después de la “conquista” de Granada, en Santa Fé (Granada) más de 50.000 volúmenes de libros científicos, de astronomía, tratados filosóficos, estudios de matemáticas, de física de medicina…). Además, borró todo vestigio e impulsó a fondo la leyenda negra sobre el rey Pedro I de Castilla, sucesor legal de Alfonso XI de Castilla. La realidad es que la beata Isabel de Castilla, nunca aceptó ser descendiente de la línea bastarda, y por tanto ilegal, del rey castellano Alfonso XI. Estas interpretaciones de Ramón Tamames no pueden ser más que el fruto de una interpretación sesgada, interesada, sectaria, torticera y partidista muy alejada de posturas historicistas científicas y de interpretación objetiva de la Historia.
Y es que, como se decía al principio, cuando alguien se falta de respeto a sí mismo, no se puede esperar que respete a los representantes de los ciudadanos. En definitiva: Tamames no sólo ha hecho el ridículo, sino que se ha ganado a pulso la pérdida de respeto de los ciudadanos de este país.