Asistimos a un espectáculo de acoso y derribo de la derecha hacia todo lo que no sean ellos mismos. Vuelven a sentirse, usando el símil andaluz, los «señoritos del cortijo» que tienen a sus órdenes a cientos de gañanes para que les ensillen el caballo con el que pasear por sus fincas. Gañanes que tienen obligaciones y, cuando al señorito le cae bien alguno de ellos, el derecho a lo que al señorito se le antoje.
Eso es lo que parece que la derecha, esta derechona española, tiene establecido o programado a corto plazo. A partir del 23 de Julio, tienen previsto sentar sus reales, los de la derecha, en todo lo que tenga nombre español. Parece que lo de Cataluña les queda largo y que desisten de su idea de la «unidad de España», a pesar de ser precisamente a ellos, concretamente al Gobierno presidido por M. Rajoy, al que los catalanes (con mayoría parlamentaria de partidos burgueses catalanes), declararon la independencia. Una herida que no fue capaz de cicatrizar el tal M. Rajoy a pesar de nombrar plenipotenciaria a la «super» Vicepresidenta doña Soraya Sáenz de Santamaría. Todavía colean flecos (mejor no usar el verbo chorrear), imputables directa y totalmente a M. Rajoy y al Partido Popular, a pesar de que tienen el descaro de acusar a otros de sus pifias, su desgobierno y su incapacidad.
Pero vayamos al asunto que hoy nos ocupa: los «gobiernos frankensteins». Un término despectivo acuñado por los dirigentes del PP, con maldad, alevosía y falta de respeto a la voluntad de los ciudadanos españoles expresada en las urnas. Una actitud por cierto muy frecuente en la derecha: cuando no son ellos los que ganan las elecciones los gobiernos surgidos, a todos los niveles, de las urnas no son representativos y rozan, la ilegalidad cuando no son plenamente ilegales. Esa es la cantinela repetida por la derecha cuando la voluntad ciudadana no les es favorable.
En el caso concreto del actual Gobierno de la nación, el procedimiento de acoso y derribo ha sido continuo, desde el mismo momento en que el Congreso de los Diputados otorgó su confianza a Pedro Sánchez: han pasado dos «líderes» de los conservadores y el soniquete se repite como un disco rayado: lo mismo, idénticos (nulos) argumentos y la misma falta de respeto a la voluntad popular expresada en las urnas. Y es que la derecha, entiende la democracia como un mecanismo que tan sólo puede favorecer sus intereses, dejando el papel de comparsas y sufridores para el resto. Tal vez sea la costumbre y la herencia recibida de su fundador, el ministro franquista que gritaba a los cuatro vientos aquello de «la calle es mía».
Pero lo peor de todo es que esta derecha manipuladora y falsamente democrática, está amparada y cobijada bajo el paraguas mediático. Por algo los medios de (in)comunicación de este país están en las manos que están; eso no es ningún secreto. Lo triste de esto, y la enorme falta de respeto y de dignidad hacia su profesión, es que muchos profesionales de la información hagan el juego que le interesa a sus «propietarios», cayendo en muchas ocasiones en el servilismo, a cambio de prebendas y sueldos escandalosos en muchos casos.
A ver cuando se formen los nuevos gobiernos autonómicos en Valencia, Extremadura, Baleares… o se constituyan los nuevos ayuntamientos en ciudades como Sevilla, Valencia, Zaragoza, Alicante, Castellón, Cáceres, Valladolid… qué dicen esos medios que informan desde su tan cacareada como falsa «independencia profesional». Posiblemente sigan informando en la misma línea como lo han venido haciendo con los gobiernos de Castilla-León, Murcia, Madrid, Andalucía…
En cuanto a los gobiernos formados por varios partidos de izquierdas seguirán sufriendo los vilipendios, desprestigios y saetadas, e incluso tachados de ilegales constantemente, obedeciendo a rajatabla las consignas de sus patronos. Proseguirá la señalización, intencionada y tendenciosa, con la etiqueta despectiva, malsonante, y acusadora de ser de extrema izquierda cuya única intención es crear alarmismo y desazón en la ciudadanía. Es una forma, tal vez una de las más sibilinas, de manipular voluntades y sembrar dudas para conseguir volcar la balanza en la dirección que interesa a los patrocinadores de estos medios de comunicación.
Los gobiernos de derechas con partidos de extrema derecha, son presentados como necesarios e imprescindibles, como una manifestación normal de la democracia.
Dicen que es una onda de fascismo que asola a Europa. Si es así, los españoles tenemos la obligación moral de derrotar esa ola en las próximas elecciones generales. Debemos tener claros nuestros postulados y nuestras ideas, sin dejarnos influenciar por las manipulaciones sectarias de periódicos y televisiones al servicio de la derecha. O corremos el riesgo de encontrarnos un Gobierno, como ya pasa en Italia, conformado por conservadores y por la extrema derecha fascista. Nos jugamos la democracia y con ello, el respeto a los principios consagrados en nuestra Constitución.