No es cuestión de plantear discusiones estériles y bizantinas sobre qué fue antes si el huevo o la gallina. Mi intención, dentro de mis limitaciones, es enriquecer las posibles investigaciones.
Nuestro pueblo, La Rinconada (englobaremos los dos núcleos, que es lo correcto), tiene visos de estar poblado desde el Paleolítico, concretamente, parece que se han encontrado vestigios de la edad del cobre.
Las excavaciones realizadas, según nuestros limitados datos, en torno al Cerro Macareno es donde se han descubierto los testimonios o vestigios más arcaicos. En las cercanías del lugar hay un paraje, ahora urbano, que los rinconeros conocemos como el Malecón. Por cierto, que malecón es un término marino, cuyo significado es «muro grueso construido a la orilla del mar, playa o puerto para protegerlos de la fuerza del agua».
Los datos más fiables que existen indican que en Andalucía existía un mar interior al que los romanos bautizaron como Lucus Ligustinus. No obstante, según cálculos fiables, existía un Golfo Tartésico tras la subida del nivel del mar hace aproximadamente 6.000 años. El río Guadalquivir desembocaba en el Golfo Tartésico o Sinus Tartessii, a la altura de Alcalá del Río, si bien el mar interior llegaba pasado Brenes, y no en la desembocadura que ahora se le atribuye en Sanlúcar de Barrameda. O sea que el mar cubría el Bajo Guadalquivir, incluyendo la ciudad de Sevilla.
El Golfo tenía unos 60 km de ancho y se extendía hacia el interior unos 100 Km. Se estrechaba a la altura de Caura y Orippo (Coria del Río y Dos Hermanas, respectivamente), y se prolongaba al norte sobre el Aljarafe y los Alcores, que formaban parte del litoral (hablamos de unos 4000 a 1000 años a.C.).
Teniendo en cuenta estos datos, no causa sorpresa alguna que en el término de La Rinconada los romanos establecieran un puerto donde avituallarse de mercancías, como el famoso aceite hispánico, para proveer la metrópolis. Aún no se han encontrado signos, al parecer, de la existencia de ese puerto, si bien hay testimonios escritos de la ruta comercial entre Roma y la Baética.
El Malecón, pues, era utilizado, según todos los indicios, para cargar aceite, grano, artesanía y otras mercancías útiles demandadas por los romanos, sobre todo por los patricios, como clase social más poderosa y, por tanto, con más poder adquisitivo.
Tal vez sea el momento de plantearnos cómo podían entrar en cauces poco profundos, naves que surcaban el Mare Nostrum (Mediterráneo). Si nos documentamos un poco sobre el tipo de embarcaciones utilizadas, de las más usadas para el comercio romano, las llamadas naves caudicariae, podremos ver el calado escaso, casi plano, adaptado a las necesidades para navegar por ríos y, a la vez, con cierta seguridad, ya que la navegación de estos barcos era bordeando las costas, nunca a mar abierto.
Lo que parece cierto, es que nuestra comarca, y por tanto nuestro municipio, formaba parte de Tartessos y que, con toda seguridad, estuvo poblado por una de sus tribus, los turdetanos, gente muy avanzada hasta el punto de tener alfabeto y gramática propios, practicar la poesía y la música, aunque, al menos de momento, los investigadores no han conseguido descifrar su lengua. Poseían técnicas de hilaturas muy perfectas, amén de una organización social muy avanzada y un desarrollo urbanístico asombroso.
Posiblemente, y casi se podría asegurar que con seguridad, el Cerro Macareno y sus alrededores mantuviera una población sedentaria, dedicada a la industria, al comercio y a la agricultura, destacando el cultivo del olivo. Es lo que en términos modernos podríamos denominar como un punto de intercambio comercial.
No en vano, Estrabón, geógrafo e historiador griego, describió Andalucía hace más de 2.000 años:
“El sur de la península ibérica no admite comparación con ninguna otra región del mundo. Gracias a su clima y a la fertilidad de sus tierras es rico el interior. Igualmente, lo es la región costera por los extraordinarios productos que le ofrece el mar. Y se maravilla uno, igualmente, al conocer la generosidad de sus minas. Es extraordinario que se den todas estas cosas a un mismo tiempo y en una pequeña región”.
Por eso, los rinconeros debemos estar orgullosos y satisfechos de vivir en una zona tan privilegiada.